La zarza y sus espinas como símbolo de obstáculos contra los que el luchador cree que tiene que luchar.
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El luchador cree que para evitar lo temido y para conseguir lo deseado hay que poner toda la energía posible y desarrollar la máxima capacidad posible para luchar contra los obstáculos, pues el luchador también cree que tras vencer a los obstáculos que se oponen a la consecución de sus deseos están los placenteros y satisfactorios premios.
Sólo el mejor luchador consigue la mayoría de las veces sus deseos, mientras que los demás los consiguen menos veces, o no lo consiguen, o tienen que someterse a las condiciones que les impone el mejor luchador, y esta dinámica ha hecho que conseguir lo deseado sea la norma y el valor dominante de nuestra sociedad.
Las luchas producen problemas, y para solucionarlos hay que desarrollar la comprensión. Por su parte, la comprensión presenta la necesidad de que para evitar los problemas y para escapar del dolor, hay que cambiar interiormente, hay que cambiar de deseos, incluso hay que renunciar a muchos de ellos, y hay que dedicar mucha energía al cambio interior. Pero el Hombre muy pocas veces está dispuesto a renunciar a sus deseos, y tampoco es muy proclive a cambiar unos deseos que como probadas fuentes de placer y de satisfacción por otros de los que desconoce si le darán los mismos placeres y satisfacciones, y sobre todo, necesita toda la energía para conseguir lo deseado, con lo cual no puede dedicar la energía necesaria al cambio interior.
Todo deseo trae unas luchas, y toda lucha trae unos problemas que el luchador no sabe ni puede solucionar. El que comprende esto profundamente cambia interiormente y se adapta mejor al ritmo natural de las cosas, y como lleva una vida sencilla y tiene pocos deseos, tiene que luchar poco, y así sus problemas y los problemas que puede crear a los demás, también son pocos, y esto le hace más libre y más sabio.
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