Llevados por nuestros bellos y elevados sueños amamos al gato y al pájaro, y soñamos con que ellos se amen. Pero los sueños, sueños son.
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*Cuando los demás nos causan placer, de manera natural sentimos amor por ellos.
*Cuando los demás nos causan dolor, de manera natural sentimos odio por ellos.
Éstas dos reacciones naturales deberían bastarnos para regular de forma sencilla nuestros comportamientos y las relaciones sociales. Pero como el Ser Humano la mayoría de las veces prefiere lo que puede conseguir utilizando medios complejos, a lo que puede conseguir utilizando medios sencillos, se dan las siguientes situaciones:
*El placer que nos provocan los demás, con frecuencia nos produce algún grado de dependencia respecto a ellos. También con frecuencia, quienes nos producen placer nos imponen unas condiciones a cambio del placer que nos proporcionan. Y con frecuencia, cuando dejan de producirnos placer o no nos proporcionan el que esperamos, dejamos de amarles o les odiamos.
*El dolor que nos producen los demás, unas veces nos produce el deseo de luchar para defendernos. Otras veces nos produce el deseo de venganza o de que sufran, y nos alegramos cuando les vemos sufrir.
Frente a ésto, lo moral propugna aumentar nuestro amor y reducir o apagar nuestro ego, pero lo hace sin tener en cuenta que ninguna de éstas cosas las podemos conseguir con la fuerza de la voluntad. Con la fuerza de la voluntad sólo podemos conseguir que nuestros comportamientos sean unos o sean otros, y eso con frecuencia significa que tenemos que reprimir deseos y emociones.
Lo armónico entiende a lo natural y lo acepta, y frente al dolor y a la falta de libertad, busca la sencillez, y busca caminos para aceptar el flujo natural. Lo armónico sabe que ésto tampoco se consigue con la fuerza de la voluntad, y por eso lo considera como un proceso y como una forma de vida cotidiana.
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