El Amor del Tao,
sin propósitos, espontáneo,
sin pedir nada a cambio,
da alas y conciencia,
al Hombe y al pájaro.
No hay un para qué,
sólo libertad y sabiduría,
para lo que decidan hacer.
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Cuando alguien nos concede lo que deseamos o nos ayuda a conseguirlo, sentimos amor por él.
Cuando sentimos amor por alguien, le concedemos sus deseos o le ayudamos a conseguirlos.
De ésta manera, los deseos y el amor se refuerzan mutuamente y nos atan a ellos con sus esperanzas, sus ilusiones, sus placeres, sus satisfacciones, sus alegrías.
Cuando alguien nos niega un deseo o no nos permite conseguirlo, sentimos frustración, dolor, pena, y odio por él.
Cuando reducimos nuestros deseos, aumenta nuestra libertad y disminuye nuestro odio, y además se reduce nuestra necesidad de ser amados, seguimos sintiendo amor, y vamos dejando de pedir premios por el amor que damos.
Pero como la mayoría de las personas ven a los deseos como tan necesarios, y al amor como tan bello, tan placentero, tan profundo y tan elevado, éstás dinámicas son ignoradas y ocupan su lugar sueños idealizados, o despertares decepcionados.
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