El ego quiere la clase de libertad que le permita hacer aquello que precisa para conseguir y poseer lo que cree que necesita, así como lo deseado. Pero esa libertad le ata a lo que cree necesario, a lo deseado, y a los medios que usa para conseguir ambas cosas. Pero además, esa libertad produce conflictos, los cuales acaban con unos vencedores convertidos en dominadores y con unos vencidos convertidos en dominados. Y sin embargo, el ego no conoce otra libertad, y esa que conoce con frecuencia la entrega a cambio de seguridad y de conseguir lo deseado.
El ego no conoce la libertad de pensar, de sentir y de vivir más allá del placer y del dolor, ni más allá de lo que considera bueno y de lo que considera malo, ni de vivir más allá de las creencias y de las ilusiones, ni de vivir de acuerdo con las comprensiones profundas.
Así, la libertad nos la dan la sabiduría y la conciencia, y así abren puertas a la aceptación de lo natural y a la armonía.
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Aumentar la sabiduría y la receptividad a la luz y a las voces de la conciencia es todo un proceso que requiere tiempo, y ese proceso y ese tiempo es nuestro camino espiritual. Lo demás son ilusiones.
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