miércoles, 25 de septiembre de 2019
SEGURIDAD
El viejo profesor y su mujer, Sofía, estaban manteniendo en su casa una serena conversación sobre el comportamiento humano.
-¿Sabes que la seguridad física es el segundo aspecto que más necesita el Ser Humano para sobrevivir, después de comer y de beber? -Dijo Sofía.
-Sí, ya conozco la "pirámide de Maslow". Pero a mi lo que más me interesa son los demás aspectos de la seguridad, pues hoy día esos aspectos tienen más importancia en el comportamiento humano que la seguridad puramente física. Se trata de la seguridad de vivir sin pobreza o en la abundancia, de la emocional, de la seguridad en nuestras creencias, de los precios que el Hombre paga por estas seguridades. -Dijo el viejo profesor.
-Explícate, por favor. -Pidió Sofía.
-Yo entiendo que cuando el individuo se ve directamente amenazado de muerte o cuando es torturado, o cuando se dan otras situaciones especiales, el individuo renuncie a su libertad o haga cualquier cosa por su seguridad o por la de sus seres queridos, pues eso es lo natural, eso es la ley de la supervivencia. Pero que pierda la libertad en otras situaciones no lo entiendo. -Dijo el viejo profesor.
-En las situaciones en las que no está implicad la supervivencia inmediata, el Hombre demuestra poca sabiduría y una gran falta de aprecio por la libertad. La seguridad total no es posible. Ante esta situación lo sabio y lo libre es desarrollar al máximo nuestra flexibilidad ante lo temido y para la aceptación de lo natural, pues estas dos capacidades son las que nos ofrecen la mayores posibilidades de encontrar soluciones frente a los peligros, y además, la mayor libertad y el menor sufrimiento, pues la aceptación de lo natural es liberadora. Sin embargo, la gran mayoría de las personas, o bien desarrollan poco esas capacidades, o bien dedican todas sus energías a la búsqueda de todo tipo de seguridades, aferrándose a ellas. -Dijo el viejo profesor.
-Y esa búsqueda potencia el miedo, y el miedo tiene entre sus hijos preferidos a la intolerancia, al dogmatismo, al fanatismo y a la crueldad, en suma a la rigidez, y toda rigidez nos hace prisioneros de nuestras creencias e impide que desarrollemos nuestra sabiduría. -Dijo Sofía.
-Yo creo que lo que hace más peligroso al Hombre es cuando le domina el miedo, sobre todo el miedo derivado de la búsqueda de seguridad emocional, (seguridad basada en la solidez de nuestras creencias, en la pertenencia a una comunidad, y en sentirnos queridos), es de ese miedo de donde surgen la mayor parte de las intolerancias y de sus otros hermanos, y eso me lo hizo ver Clío, mi amiga historiadora cuando me explicaba las guerras. ¿Tú qué opinas? -Preguntó el viejo profesor.
-Estoy de acuerdo, las actitudes más crueles no se producen cuando el Hombre se deja llevar solamente por sus deseos, y ni siquiera por sus necesidades de supervivencia, pues lo deseos están relacionados sobre con la búsqueda de placer y con la inteligencia, y placeres se pueden encontrar en muchos sitio, y la inteligencia puede conseguirlos de muchas maneras, por lo tanto la mayoría de las veces no necesita recurrir a la intolerancia ni a sus otros hermanos. Pero con el miedo es diferente, pues está relacionado con el dolor, y el dolor siempre tiene más fuerza que el placer, y también está relacionado con los instintos más primarios del Hombre, con su parte más visceral, más atávica, y en esa parte no caben las flexibilidades propias del mundo de los deseos, pero sí que caben las grandes manipulaciones por parte de los ambiciosos y de los poderosos, que usan el miedo de las sociedades para sus para sus ambiciones de todo tipo y para sus guerras. -Respondió Sofía, y tras unos minutos de silencio reflexivo, ambos se levantaron y se fueron a preparar la comida.
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