miércoles, 14 de agosto de 2019

MOTIVACIONES ESPIRITUALES


  * La primera motivación reside en la toma de conciencia o en la intuición de que dentro de nosotros existe un impulso natural y divino que nos induce a buscar la armonía, la liberación, la fusión con el Tao, con lo Divino. 

 * Una segunda motivación estriba en la búsqueda de la liberación del sufrimiento. Las tradiciones espirituales así como nuestra conciencia y nuestra intuición saben que la que única liberación posible del sufrimiento reside en el camino espiritual, y así, las tradiciones espirituales tienen dos grandes objetivos: La fusión con lo Divino y la Liberación del sufrimiento.

 * También está el impulso que nos lleva a ser fieles a nuestra conciencia, a vivir de acuerdo con lo que nuestra conciencia ha alcanzado a conocer y a comprender en toda su profundidad, así como a lo que nuestra conciencia intuye. 

 * Otra motivación está en nuestra compasión, la cual nos impulsa a transmitir a los demás lo que nuestra conciencia descubre, lo que nuestra intuición y nuestra sabiduría saben, y lo hacemos llevados por la intención de ayudar a los demás a liberarse de su sufrimiento y a avanzar en su camino espiritual. 

* También existe la motivación de las sensaciones de serenidad, de plenitud, de satisfacción, de armonía, de verdad, que sentimos cuando damos algún paso adelante en nuestro camino, cuando descubrimos algo sabio, algo armónico, algo liberador. 

   Pero la persona que sigue un camino espiritual no ha alcanzado todavía la armonía, la liberación, la Iluminación, quien lo alcanza deja de caminar y vive armónicamente su vida. Así, el caminante espiritual sigue teniendo un ego, el cual todavía necesita sentirse admirado, querido, necesita la compañía de los demás, necesita las satisfacciones que le producen el hecho de compartir con ellos, y eso le lleva a mostrar toda su sabiduría, e incluso, dominado por cierta vanidad, puede presumir de sabio, a veces de manera disimulada, e incluso presumiendo de humilde y de otras virtudes morales. 

   Por otro lado, la compasión que el caminante siente por los demás se mezcla con los siguientes deseos: 

  * Deseo de convencer a quienes le rodean para que pasen a formar parte de ese grupo de personas afines a él en cuya compañía encuentra muchas satisfacciones y afectos, y donde puede sacar libremente todo lo que lleva dentro, lo cual le produce una enorme satisfacción. 

 * Deseo de convencer a los demás para que le ayuden a construir un mundo a su medida, deseo que él considera que se trata de un mundo mejor para todos, pero que en realidad es un mundo pensado para que él pueda conseguir diversas satisfacciones y plenitudes. 

  Puede que alguien condene estos dos deseos, que los considere egoístas, incluso poco espirituales, y tal vez tenga razón en verlos así, pero estos dos deseos son muchas veces una gran ayuda, una gran motivación para seguir avanzando espiritualmente, pues las satisfacciones que nos producen nos hacen soportable el dolor de nuestras insatisfacciones, y el dolor que nos causan los aspectos no espirituales de nuestra vida, en especial el dolor producido por la vida en sociedad. 

  Observar, explorar, comprender, esta es la senda, este el proceso, y ambos pasan por el espacio situado entre nuestras propias condenas y nuestras propias justificaciones. En medio de ambas está la sabiduría.

   Por otra parte, mientras caminamos en dirección al Horizonte de la sabiduría, de la armonía y de la liberación, el camino espiritual es una forma de vida, es una alternativa a los valores dominantes de la sociedad, es una forma de libertad. Alcanzaremos un grado mayor o menor de desarrollo espiritual, pero viviremos de acuerdo con nuestra conciencia, y la conciencia tiene alas, tiene viento, tiene Cielo donde volar y tiene Tierra donde posarse y donde compartir. 

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