martes, 20 de agosto de 2019

MORALIDAD Y SABIDURÍA (Bosque de la sabiduría)


    Mientras caminaba por la montaña, el sabio del Bosque de la Sabiduría, se encontró con Moralista, un viejo conocido suyo, el cual le dijo:

  -Ya me he enterado de todo lo que ha sucedido en torno al Bosque de la Sabiduría. Tienes una visión utópica, eres un ingenuo idealista que nunca aprenderás a conocer a los hombres. 

  -¿Tú que hubieras hecho? -Preguntó el sabio. 

 -Lo que siempre hago, intentar que negocien hasta llegar a un acuerdo amistoso que beneficie por igual a las dos partes, intentar convencerles de lo mucho que perderían si llegan al conflicto, y sobre todo, intentar inculcarles valores morales para que se causen el menor daño posible. -Contestó Moralista. 

  -Me acusas de utópico, pero lo utópico de hoy mañana puede ser posible. Por otra parte, me parece que quien no conoce a los  hombres eres tú. Mantienes vivo el deseo en ellos, y luego pretendes que cedan una parte de sus deseos. ¿Acaso no ve que cuando el deseo es fuerte o cuando se puede conseguir a través de la fuerza, la moralidad no impide ni los conflictos ni el daño que los conflictos generan? Mi visión es utópica, pero la tuya es estéril e imposible de conseguir. -Dijo el sabio. 

 -Entonces, ¿qué solución propones? -Preguntó Moralista. 

-Ninguna. -Contestó el sabio. 

-¿Ninguna? Así no se resuelve nada. -Objetó Moralista. 

-Así no surgen los problemas que luego necesitan soluciones. Verás, cuando fui a las dos ciudades yo no tenía ninguna esperanza de solucionar nada, sólo pretendía poner una semilla de sabiduría, pero la sabiduría crece en pocos suelos y tarda mucho en florecer y en dar frutos. -Contestó el sabio. 

 -Y mientras no da frutos, ¿Habrá que hacer algo, no? -Objetó escéptico Moralista. 

 -Sí. Desarrollar la propia sabiduría, elevar la propia conciencia, y dejar que el tiempo y el curso natural de las cosas pongan a cada cosa en el lugar que naturalmente les corresponde. -Contestó el sabio. Moralista empezó a hablar para objetar esos argumentos, y el sabio le cortó y le dijo: 

 -Dejemos de argumentar, guardemos silencio y comprendamos, es en el silencio sereno, donde a veces, cada cual encuentra sus propias respuestas, donde a veces, se encuentran las única soluciones, que al ser sabia y armónicas, no crean nuevos problemas.  

  

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