miércoles, 21 de agosto de 2019

LA NECESIDAD DE LA SIMPLIFICACIÓN


    Vivimos en una sociedad muy compleja, una sociedad que es más compleja que en el pasado, y que seguramente será más compleja en el futuro. Además, todos los aspectos de esa complejidad son artificios creados y alimentados por las numerosas creencias, por la inteligencia, por la cultura, por la moralidad, por la ciencia y por la tecnología, por los nuevos descubrimientos hechos por los expertos en todas las áreas del saber, y todas ellas puestas al servicio de conseguir aquello que se desea, puestas al servicio de ejercer el poder sobre la Naturaleza y sobre los seres humanos. 

    En nuestra sociedad todo lo que se adora es un artificio, y lo verdaderamente natural es despreciado, y lo aparentemente natural es manipulado por la publicidad que pretende vender algo. Esta adoración por lo artificial traducida en los diversos comportamientos y normas, es lo que hace que el Ser Humano viva divorciado de su verdadera naturaleza, y ese divorcio provoca infinidad de trastornos, de desequilibrios, tanto en el individuo como en los grupos sociales, y esos trastornos y desequilibrios cada vez afectan a un mayor número de personas. 

    Nos encontramos con que tenemos unas normas morales y legales y unas conductas que la mayoría de la sociedad, y sobre todo, los sectores dominantes o influyentes sobre la opinión pública, consideran que son las normales y que además, son necesarias y buenas para todos. Frente a esto tenemos infinidad de conductas que se salen de estas normas y de estas conductas y que resultan dañinas para la sociedad o para el propio individuo que las lleva a cabo. Y existen infinidad de expertos en diagnosticar las causas y en ofrecer soluciones, y así aparecen infinidad de explicaciones e infinidad de soluciones, que frecuentemente se oponen entre ellas combatiéndose o despreciándose las unas a las otras, y donde lo que importa no es lo cierto que cada una pueda contener, sino que los creyentes y defensores de cada una de ellas sólo están interesados en imponerlas como dominantes al conjunto de la sociedad. 

  En cada momentos, son unas las explicaciones y las soluciones  que se imponen sobre las demás, pero no lo hacen porque sean mejores que las anteriores (aunque la mayoría de las veces son un poco mejores que las anteriores, por eso no estamos peor que hace un siglo, al menos en la mayoría de los aspectos), sino porque son las más fuertes debido a que son las que mejor se adaptan a los intereses de los sectores sociales dominantes, o a las creencias de los expertos más influyentes sobre la opinión pública. Sin embargo, aunque se pongan en práctica nuevas soluciones y queden desacreditadas las viejas, siguen las conductas anómalas por parte de un número cada vez mayor de personas, ay ante esa persistencia de los problemas, son muy pocos los que se plantean simplificar las cosas, arrancar las raíces del artificio, buscar lo sencillo como alternativa, pues la mayoría sigue empeñada en la actitud de ejercer el poder sobre la Naturaleza y sobre el Ser Humano, incluso a veces sobre ellos mismos, para conseguir lo deseado, y de esta manera, surgen nuevas explicaciones y nuevas soluciones que siempre son un poco más complejas que las anteriores, y así, los problemas continúan y la complejidad aumenta. 

   Frente a la complejidad lo necesario no puede ser aplicar los nuevos descubrimientos de cualquier experto en conducta humana, o las nuevas teorías que se pongan de moda o que aparezcan con más prestigio y más garantías de éxito, sino empezar por simplificar, por reducir, los deseos y los conceptos, y después continuar permitiendo que las cosas ocupen el lugar que naturalmente les corresponde. 

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