El hombre, cuando es creyente, se expande y domina con artificios. El cuervo y el árbol se adaptan con naturalidad.
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A unas pocas personas, su nivel de conciencia les permite orientar su vida en función de lo que alcanzar a ver y a comprnder de la realidad. Éstas personas tienen un alto grado de flexibilidad para aceptar la realidad y no tienen tendencias expansivas ni de dominio.
La mayoría de nosotros, llevados de nuestros diferentes e insuficientes niveles de conciencia, desarrollamos muchas creencias y basamos nuestra vida en ellas. Las creencias tienen una fuerte tendencia hacia la rigidez, y también a la expansión y a la dominación.
Pero la expansión y la dominación se encuentran con unos límites, ya sean los que les pone la Naturaleza, ya sean los propios de cada persona, ya sean los que les ponen los demás y la sociedad. Así, se produce una lucha doble: Por un lado, la lucha de los creyentes contra los límites con los que se encuentran, y por otro lado entre los defensores de las diferentes creencias.
Los límites y las luchas obligan a los creyentes a desarrollar un grado de flexibilidad y de resistencia para adaptarse a las situaciones. Así, hay individuos que desarrollan más flexibilidad y más resistencia que otros, pero todos ellos, en cuanto pueden vuelven a sus rigideces y a sus tendencias a la expansión y al dominio. De ésta dinámica sólo escapan unos pocos, y sólo lo hacen cuando el desarrollo de su nivel de conciencia se lo permite.
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