La sociedad, salvo algunas excepciones, da libertad al individuo para poder desarrollar sus potenciales, pero en muchas ocasiones el individuo no sólo necesita libertad, sino también capacidades y facilidades, pero si sus capacidades son escasas y sus potenciales son poco o nada apreciados por la sociedad, ésta no le dará facilidades.
Por el contrario, cuando esos potenciales sean apreciados por la sociedad, ésta dará al individuo muchas facilidades, y además será admirado, premiado y amado. Esto produce grandes satisfacciones, de tal manera que el individuo, en mayor o menos medida, se ve atado a desarrollar al máximo sus potenciales para conseguir más satisfacciones.
Los demás y la sociedad NO nos valoran por lo que sentimos mientras desarrollamos nuestros potenciales, sino por lo que les damos una vez los hemos desarrollado, y así, a veces el individuo se olvida de sus potenciales y se dedica a desarrollar lo que le piden, para así conseguir ser admirado, premiado y amado.
En suma, la libertad para desarrollar nuestros potenciales, esa libertad que todo el mundo reclama, a veces la cedemos ante las presiones, o ante las satisfaccioneoso, o ante los premios. Pero el individuo sigue pidiendo libertad, pues pese a las contradicciones en las que puede caer, se cree con todo el derecho a ella. Y así, el derecho se usa como una herramienta para conseguir lo deseado y NO como una senda de liberación. De éstas contradicciones sólo escapa aquel que tiene suficiente desarrollando sus potenciales de forma sencilla y serena.
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