La desigualdad es una de las principales características del poder, y con frecuencia se asocia con las injusticias y con varios sufrimientos. Los aspectos dolorosos que a veces presenta la desigualdad hace que quienes toman conciencia compasiva de ellos, con frecuencia elaboren teorías de convivencia basadas en la igualdad, a la cual ven como liberadora del dolor y de la opresión, como reformadora de lo que funciona mal, y a veces también como la manera de crear mundos mejores para todos, mundo bellos, ideales, perfectos.
Aunque exista una igualdad real ante la ley, cuando lo más importante es conseguir lo deseado, los anhelos de igualdad chocan con la realidad de que las personas tienen capacidades diferentes y deseos y creencias diferentes, y como sociedad sólo hay una, ésta no puede tratar por igual a quienes tienen capacidades diferentes, ni puede dar a cada cual lo que necesita o desea, con lo cual no es posile la igualdad efectiva.
Así, las relaciones de igualdad son posibles en el seno de las parejas amorosas, de las familias, de las relaciones de amistad, y en el seno de pequeños grupos de personas afines. Aquí la clave para la igualdad es que todos los individuos compartan libre y gustosamente lo que cultivan y lo que tienen, y donde a cada individuo le baste con lo que los demás le den libre y gustosamente.
En los demás intentos de crear marcos generales de relaciones basadas en la igualdad, a los bellos sueños les siguen los despertares frustrados, decepcionados, o trágicos, y donde no existe ni la igualdad ni la libertad.
Para quienes conseguir lo deseado NO es lo más importante, esas personas ni buscan la igualdad ni crean desigualdades.
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