Nunca como en la actualidad, el individuo había estado tan convencido de que todo lo que recibe de la sociedad es algo a lo que tiene todos los derechos. A ésto hay que sumarle la muy extendida creencia de que se pueden conseguir los sueños si se ponen los medios necesarios, medios que, en teoría, puede hallar cualquiera. Además, el individuo se encuentra con que son muchas las creencias que avalan sus derechos, y con que recibe muchos halagos por sus muchos merecimientos.
Pero todo ésto contrasta fuertemente con el hecho de que en la práctica, muchas veces el individuo no consigue lo que quiere, y lo conseguido, sólo durante un tiempo le resulta suficiente.
Y así, el individuo se encuentra con insatisfacciones difusas y con frustraciones de las que ignora sus causas reales. Para reorientar su vida y para acabar con sus insatisfacciones y con sus frustraciones, el necesita lo que ahora no tiene:
La serenidad que le libere de las ruidosas complejidades en las que cree. Pero son muy pocos los que quieren ésta serenidad, pues creen que en la agitación están los mejores placeres y las más gozosas satisfacciones.
Y las ruedas de las contradicciones siguen girando, y la inconsciencia, la insatisfacción y la frustracción viajan sobre ellas.
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