Al inteligente, la sencillez no le resulta suficiente para conseguir tantas cosas como puede conseguir, como cree que necesita, como desea, y por ello la rechaza. Para el inteligente, sólo el artificio y la complejidad son fuentes de los placeres más intensos y de las satisfacciones más plenas, así como las herramientas más eficaces para conseguir sus objetivos.
No es sólo que nuestra sociedad sea artificial y compleja, sino que lo es cada vez más, y por ello exige cada vez más artificios y más complejidades a sus miembros, y por ello, son las más hábiles manejando los artificios y las complejidades los que tienen el poder y controlan a la sociedad, y los demás quedan sometidos o marginados, o bien algunos no entran en el juego y se liberan.
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