Frente al dolor, la forma más habitual de combatirlo, de evitarlo o de liberarse de él, son los diferentes placeres y las actitudes que nos muestran nuestros mecanismos de supervivencia. Pero también recurrimos al amor y a la espiritualidad.
Cuando somos amados también somos ayudados a combatir, a evitar y a liberarnos de nuestras situaciones dolorosas, y además, el hecho de sentirnos amados nos produce grandes satisfacciones que muchas veces eliminan o reducen nuestro dolor. Cuando sentimos amor por los demás, ese amor suele producirnos grandes satisfacciones. De ésta manera podemos llegar a creer que el amor puede acabar, tanto con nuestro dolor como con el dolor de los demás, y ésto ha llevado a muchas personas a ver al amor como la solución a todos los problemas, y a verlo también como lo elevado del Hombre, como la Gran Meta a conseguir.
La espiritualidad evita situaciones dolorosas y además produce sensaciones sólidas de bienestar, y de ésta manera hay personas que recurren a ella para acabar con su dolor. Además, es muy frecuente que se confunden y se mezclen el amor y el espiritualidad.
Frente a éstos aspectos, el caminante espiritual intenta aceptar el dolor natural, intenta soportar el dolor producido por lo artificial, intenta comprender los diversos aspectos de la realidad, y siempre que le resulta posible, deja que la conciencia le vaya mostrando el camino, y la conciencia le muestra caminos donde de forma natural se combinan y se complementan la libertad, la sabiduría, el amor y la espiritualidad.
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