Para escapar de nuestro dolor o para evitarlo, con mucha frecuencia necesitamos a los demás.
Para conseguir placeres y satisfacciones, con mucha frecuencia recurrimos a los demás.
El verdadero compartir consiste en dar lo que tenemos y hacer lo que podemos de manera libre y gustosa. Sin embargo, éste verdadero compartir sólo se da en las relaciones en las que el principal lazo de unión son los afectos, el amor, pero incluso en éstos casos no se da siempre.
Pese a que el verdadero compartir afianza los lazos afectivos y nos produce ayudas, placeres, satisfacciones, sensaciones de seguridad, y no produce conflictos, con frecuencia ésto no nos resulta suficiente y creemos que podemos conseguir más cosas, o cosas más valiosas, dominando a los demás o sometiéndonos a ellos. Y así, el poder y la sumisión tienen en nosotros más fuerza que el amor, que la sabiduría y que la libertad.
Las reflexiones sólo se nos muestran sabias cuando nos alejamos de las culpas, de las justificaciones, de las esperanzas y de las resignaciones, y aceptamos la realidad de nuestro ego y del ego de los demás. La aceptación de ésta realidad del ego es la que nos puede mostrar la realidad más honda que todos llevamos dentro y que sólo nos muestra la conciencia: La realidad del amor, de la sabiduría, y de la libertad.
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