Cuando lo más importante es conseguir lo deseado, nos encontramos con dos clases de peligros: Los que provienen de lo no creado por el Hombre, y los creados por el Hombre con sus intentos de conseguir lo deseado. En ambas situaciones, arriesgarse frente a un peligro trae dos posibles consecuencias:
*La posibiliad cierta de conseguir lo deseado.
*Pagar dolorosos precios.
Unas veces pesa más conseguir lo deseado, y entonces se le quita importancia al peligro y se buscan estrategias para vencerlo y para conseguir lo deseado. Y surgen los éxitos y los fracasos, las victorias y las derrotas, y lo que se llama logros y progreso.
Otras veces pesa más el temor ante los dolorosos precios, y entonces se exageran los peligros, y se recurre a estrategias de protección y de prudencia, las cuales, cuando tienen éxito hacen que nos sintamos seguros, y nos permiten conservar lo que ya teníamos, aunque no aumentarlo, con lo cual el deseo queda frustrado, y como su fuego no se apaga, su humo nos intoxica por dentro.
Cuando se busca la armonía con el flujo natural, aunque escapamos a las consecuencias de las anteriores estrategias, existen dos clases de peligros: Los que provienen de lo no creado por el buscador, y los que provienen de las ilusiones que aún le queden, o que aún pueda tener.
Frente a los peligros no creados por él, el buscador de la armonía recurre a la prudencia.
Frente a sus ilusiones, sólo puede recurrir a sus intuiciones y a sus tomas de conciencia.
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