Cuando recibimos de los demás, el agradecimiento y la esperanza de seguir recibiendo, nos llevan a recompensarles. Sin embargo, si les damos a ellos, nosotros podemos quedarnos sin lo que deseamos, y por lo tanto les devolvemos menos de lo recibido. Sólo damos más de lo recibido cuando esperamos conseguir algo de más valor a cambio, o cuando nos vemos obligados.
Cuando recibimos de la Naturaleza, mientras los daños o los desequilibrios que le causamos no reduzcan su capacidad de dar, nos seguirá dando incondicionalmente.
El Universo es la Gran Madre, y aunque nos causa limitaciones, dolor y la muerte, antes nos dio la vida, y mientras vivimos nos da lo que necesitamos. De nosotros depende como lo vemos, como lo recibimos.
El Hombre se cree un ser necesitados y con derechos sagrados, y así, de lo que recibe se queda con una parte y sólo devuelve el resto. Y por otra parte, aunque es deudor, como considera que lo que da tiene un gran valor, se siente acreedor.
La Naturaleza y el Universo no se creen necesitados ni con derechos, y así, nada retienen, y siempre dan lo que tienen, siendo ésta generosidad su Amor incondicional.
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