En sus cambiantes formas son viajeras,
a veces temor y a veces fértil promesa,
más siempre fieles a su esencia.
Son coloridos o tupidos velos
que deforman o crean las visiones sobre el cielo.
Las gobiernan el Sol y el viento,
la montañas las retienen y usan de ornamento,
con la Luna y con las estrellas juegan,
sangre para la tierra llevando todo lo que alimenta,
y por el servicio que prestan, a nadie le piden
cuentas.
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