Cuando el dolor natural no se acepta viene el sufrimiento, y ese sufrimiento se convierte en padre y en madre de todo lo artificial expresado en todas las creencias y en ninguna armonía.
Lo artificial, como desequilibrio que es, produce dolor, pero quien lo sufre unas veces desconoce la causa más inmediata y aparente, y aunque otras veces la conoce, siempre ignora la causa principal, a que se oculta detrás de las causas inmediatas y aparentes, pues esta causa sólo la ve quien acepta el dolor natural.
Dominados por lo artificial, cuando hay placer y cuando se acaba el dolor, creemos que no existe el dequilibrio, que no existe la enfermedad, pues el placer nos parece lo bueno y la verdad, y complacidos con nosotros mismos, seguimos con nuestra vida artificial, hasta que pasados los efectos del placer, el dolor vuelve a despertar pues, ningún placer artificial lo puede desarraigar.
Orgulloso de sí mismo por sus capacidades superiores y por sus creaciones y avances en el mundo de lo artificial, el Hombre alterna su vida con placeres y dolores, pero esclavo de todos ellos, siempre está haciendo intentos, siempre está dando palos de ciego con su inteligencia, con sus fuerzas, con creencias, esperanzas e ilusiones, pero sigue sin saber escapar.
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