La vida es un movimiento continuo, el cual produce cambios aunque sin violar nunca las leyes universales por las que se rige el movimiento.
El Hombre siempre está haciendo, y aunque hace cosas diversas, unas las hace para conseguir lo necesario, otras para conseguir lo deseado, otras buscando la armonía, y otras las hace armonónicamente. Lo que el individuo y el grupo social hacen produce cambios en su entorno, en los demás seres humanos y en el propio Hombre.
-¡Hacer, siempre hacer! En nuestra sociedad existe una verdadera obsesión por hacer. -Dijo un discípulo.
-Con obsesión o sin obsesión, vivir es hacer, y siempre estamos haciendo algo. -Dijo el Maestro.
-Háblanos del hacer. - Pidió el mismo discípulo.
-Además del impulso vital que todo ser humano tiene, a la hora de hacer lo primero en lo que se basa el Hombre es en aquello que conoce. Ante lo conocido, el Hombre puede aceptarlo y afrontarlo, o bien puede crear ilusiones y buscar atajos. -Dijo el Maestro.
-¿De qué depende que el que acepte y afronte, o que cree ilusiones y busque atajos? -Preguntó el mismo discípulo.
-De su nivel de conciencia, pero no me preguntes de qué depende su nivel de conciencia porque no lo sé. -Respondió el Maestro.
-De acuerdo Maestro, continúa por favor. - Pidió el mismo discípulo.
-Con lo que no conoce, el Ser Humano desarrolla creencias, y esas creencias pueden tener en él más peso que sus conocimientos de la realidad. -Dijo el Maestro, el cual tras una breve pausa, continuó diciendo:
-Después viene lo que el individuo y el grupo social saben hacer y aquello que pueden hacer. Eso es todo.
-¿Todo? ¿Dónde queda la libertad interior y la saiduría del individuo? -Objetó el mismo discípulo.
-Eso ha dado lugar a muchas visiones, las cuales han provocado muchos debates. No me interesa debatir ni rebatir, pues eso me agita y me lleva a muchas complejidades. Busco la sencillez y la serenidad, por ello lo dejo a tu libertad interior y a tu sabiduría. -Concluyó el Maestro y guardó silencio.
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