-¿Qué puedes decirnos del movimiento, Maestro?
-Preguntó una discípula.
-El Universo es movimiento, la Naturaleza es movimiento, la vida es movimiento, los cambios y el tiempo nacen del movimiento, el pensamiento y las emociones son pensamiento. -Respondió el Maestro.
-Hay quien dice que podemos parar los pensamientos, las emociones, incluso el tiempo.
-Dijo la misma discípula.
-Puede que se puedan parar los pensamientos y las emociones, puede que a veces sintamos que el tiempo se ha parado, pero el movimiento nunca para, el flujo natural siempre está siguiendo su curso. -Dijo el Maestro.
-Si es como dices, ¿Hay algo que podamos hacer con el movimiento? -Preguntó la misma discípula.
-Ante los ojos del Hombre existen tres opciones: Intentar controlarlo para adaptarlo a nuestras visiones de las cosas. Una segunda es es permitir, o no saber impedir, que el movimiento nos arrastre como el viento arrastra a las hojas caídas de los árboles. Y la tercera opción es movernos al mismo ritmo que el movimiento. Todo es cuestión de la profundidad de nuestras comprensiones. -Contestó el Maestro.
-¿Qué hay más acá o más allá del movimiento?
-Preguntó la misma discípula.
-La nada, el infinito y lo eterno, tres conceptos que son parte del Misterio, pero el Misterio es algo que no podemos conocer. -Concluyó el Maestro, y sereno, guardó silencio.
La discípula pensó que todo movimiento necesita una energía, y ahí también vio al Misterio, y también vio al Misterio en todas la posibles direcciones que pudiera tener el movimiento. Y al Misterio lo llamó Tao. Y ante esto entendió, que la vida era un flujo natural y que la forma más sencilla de vivir era buscar la manera de aceptar ese flujo, de armonizar con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario