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Nuestros miedos, nuestro dolor y nuestros deseos, hacen que nuestro ego vea la vida como una lucha, y eso nos resta serenidad para la comprensión.
*Frente al flujo natural aparece el dolor que nos producen nuestros miedos.
*Cuando para acabar con nuestro dolor, buscamos conseguir nuestros deseos, aparecen nuestras incapacidades frente a los obstáculos internos y externos.
*Cuando mostramos nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, nos encontramos con que los demás están ocupados con los suyos, y nuestro ego se frustra, se irrita y se agita.
*Cuando queremos ser admirados, premiados y amados, nos encontramos con que los demás también quieren serlo, y nuestro ego se frustra, se irrita y se agita, pues raras veces se produce el acuerdo.
*Cuando vemos que algo es bueno, cierto y libre, también vemos los egos, los deseos y las creencias ajenos, y nuestro ego se frustra, se irrita y se agita, pues pocas veces llegamos a un acuerdo.
*Cuando somos amorosos, son tantos los deseos ajenos. Cuando somos compasivos, es tanto el dolor ajeno.
*Cuando buscamos la serenidad, nos agitan nuestros impulsos internos, y nos perturba lo externo con sus muchos estímulos y sus muchos ruidos complejos.
Todo ésto siempre aparece en nuestra senda, pero siempre nos queda la sencillez, la intuición y la conciencia.
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