El árbol, aunque está florido, no pretende dar buen ejemplo a otros árboles ni a otros seres vivos.
Quien no pretende dar buen ejemplo, su interior siempre florece, y unos ven sus flores, y otros sólo ven lo que quieren ver.
Desde el punto de vista moral se considera que dar buen ejemplo es mucho más valioso que todas las palabras.
A la hora de que nos crean y confíen en nosotros, o de que nos admiren y nos amen, dar buen ejemplo es mucho más valioso que todas las palabras.
Sin embargo, quien pretende dar buen ejemplo paga un alto precio en esfuerzo y en pérdida de libertad.
Quienes siguen a aquellos que dan buen ejemplo, reducen su libertad, y a veces también sus capacidades y la confianza en sí mismos, e incluso a veces se vuelven más o menos dependientes.
Quienes le dan más importancia a su libertad, a su sabiduría, y a su espiritualidad, no necesitan dar buen ejemplo a nadie, ni seguir el buen ejemplo de nadie.
Todos emitimos nuestra energía interior. Quienes son receptivos a ella la usan en función de cuales son las cosas que tienen más valor para ellos.
Los comportamientos que para unos son un mal ejemplo, para otros son buenos.
Quien quiere aprender, de todos los comportamientos aprende algo.
Quien ya es sabio, no se fija ni en lo bueno ni en lo malo, pues todos los comportamientos le parecen complementarios.
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