Los deseos producen creencias, las creencias producen deseos.
Los pensamienos producen emociones, las emociones producen pensamientos.
Y los cuatro, en diferentes proporciones, se mezclan en nuestros convencimientos.
Cuando se produce un deseo y se intenta conseguirlo, todo el busca justificaciones, y todo el mundo acaba encontrando las que más le convencen.
Cuando surge una creencia, todo el mundo busca argumentos para defenderla, y todo el mundo acaba encontrando los que más le convencen.
Frente a esta dinámica, cuando intentamos convencer a los demás con nuestras justificaciones y con nuestros argumentos, deberíamos ser conscientes de los siguientes aspectos:
*Que creemos que los demás están equivocados y que nosotros estamos en lo cierto.
*Que intentamos que adopten nuestras mismas visiones para ejercer poder sobre ellos.
*Que estamos buscando ser admirado y amados por nuestros superiores conocimientos.
*Que todo ésto refuerza nuestro ego y nos roba energía para nuestras libertades y comprensiones.
El sabio se cuestiona sus justificaciones y sus argumentos, y cuando alcanza sus libertades y sus comprensiones no pretende demostrarlas ni convencer a nadie.
Pero como no somos sabios, cuando NO nos guíamos por nuestra conciencia jugamos el juego de los convencimientos, y guiados por nuestro ego, lo hacemos con nuestras buenas justificaciones y nuestros buenos argumentos.
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