martes, 1 de octubre de 2019
FALSAS CONTRADICCIONES
-Hay dos situaciones en las que pienso que te contradices. La primera es cuando hablas del deseos y de la armonía, y la segunda es cuando hablas del deseo y de la liberación. -Le dijo su mujer, Sofía, al viejo profesor.
-Concreta, por favor. -Pidió el viejo profesor.
-Cuando hablas del deseo en relación a la armonía, es como si el deseo fuera algo malo y la armonía fuera algo bueno, pero tu rechazas la moralidad. -Dijo Sofía.
-Aunque entiendo que pueda parecer que me estoy justificando, te diré que esa contradicción es sólo aparente, que es falsa. No ose trata de lo bueno y de lo malo, se trata de sabiduría y de armonía. El deseo no es malo, y de hecho es la fuerza que nos permite sobrevivir, pero el deseo cuando se saca del marco de la supervivencia se convierte en el principal obstáculo para la sabiduría y para la armonía, y sigue sin ser una cuestión de bueno y de malo, de lo que se trata es de que el Hombre se libere o no se libere por sí mismo, de que el Hombre desarrolle o no desarrolle sus verdaderos potenciales, de que alcance o no alcance la armonía con lo que realmente es, es decir, con el Universo y con la Naturaleza. Pero claro, para la mente moralista y dualista es inevitable que pueda parecer que el deseo es malo y que la armonía es buena, la mente dualista no sabe ver las cosas de otra manera.
-Dijo el viejo profesor.
-¿Pero no me digas que aunque te cuestiones profundamente los deseos, tú no tienes deseos?. Eso para mí es una contradicción.
-Argumentó Sofía.
-Verás, yo tengo cuatro clases de deseos. Los primeros son los que provienen de mis necesidades de supervivencia y del placer que siento con los placeres sencillos. En segundo lugar están aquellos deseos que provienen de aquellas viejas creencias y viejas heridas emocionales de las cuales todavía no me he liberado. Otros son los que provienen del hecho de que el desarrollo de mi mundo espiritual todavía no me resulta suficiente para sentirse libre de mis insatisfacciones y de mis momentos de malestar interior, y por eso tengo deseos de ser amado y admirado, deseos de compartir, pues busco en esos deseos una fuente de satisfacción. Y están los deseos que provienen de mi compasión, deseos que me llevan a buscar la forma de ayudar a los demás a través de mis conocimientos y de mis reflexiones, deseos de que el Hombre cree una sociedad armónica, deseos que a veces se alimentan con la energía de mi vanidad y de mis deseos de ser admirado y amado. Realmente no busco conseguir esos deseos, lo que realmente busco es liberarme des ellos, y sin querer compararme con Lao Tse, de lo que se trata es de aquel pensamiento suyo que decía: "lo que el sabio desea es no desear". -Dijo el viejo profesor.
-Palabras muy bien argumentadas, sabiduría hábilmente utilizada, pero reconócelo, tienes contradicciones. -Dijo Sofía.
-En este caso no. De lo que se trata es de lastres y de insuficiencias provenientes de mi pasado, se trata de que no he evolucionado lo suficiente como para liberarme de ellos. Eso es todo. -Dijo el viejo profesor, el cual en vistas de las críticas de su mujer, se encontró con que su ego empezaba a crecer, y tuvo que tener mucho cuidado para no continuar con la discusión, pues entonces el crecimiento de su ego hubiera provocado el crecimiento del ego de su mujer, y agitados por sus respectivos egos hubieran sido incapaces de ahondar en la comprensión de aquello de lo que estaban tratando. Así, buscó una excusa para cambiar de conversación, y su mujer, que también percibió el mecanismo de sus egos, aceptó esa "huida" propuesta por el viejo profesor.
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