La sinceridad y la espontaneidad nos hacen muy vulnerables ante quienes no son inocentes, ante quienes están dominados por sus deseos de conseguir algo de nosotros.
La sinceridad y la espontaneidad nos abren a recibir las diferentes muestras de amor de quienes no quieren utilizarnos para ninguno de sus fines, así como para quienes son afines a nosotros.
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-Algunos profesores, nuestros padre, mucha gente, nos dice que tenemos que ser sinceros y espontáneos. Sin embargo, tú nunca nos dices eso. ¿Qué opinión tienes sobre la sinceridad y la espontaneidad?. -Preguntó una alumna.
-Lo que la sociedad llama sinceridad y espontaneidad es una contradicción y un artificio moral. Por un lado, la educación de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes, así como las relaciones sociales, se basan en unas normas morales, y se dan premios y se aplican castigos. Como lo más importante es evitar el dolor y conseguir el placer, uno de los recursos más utilizados para evitar el castigo y para conseguir el premio es mentir, es decir, no ser sinceros. Estáis acostumbrados a mentir desde niños, y ahora quieren que seáis sinceros y espontáneos. Si yo os pidiera que fuerais sinceros conmigo, ninguno lo seriáis. Los que tenéis una buena opinión de mi la exagerariais y los que la tenéis negativa la disimulariais. -Dijo el viejo profesor.
-¿Y por qué haríamos esos? -Preguntó la misma alumna.
-Porque tengo poder sobre vosotros. Vosotros queréis sacar buenas notas, queréis que no os castigue, y creéis que si exageráis o disimuláis ante mi la opinión que os merece mi persona, tenéis más posibilidades de conseguir eso que si sois sinceros. Y yo lo entiendo, y no os considero hipócritas por eso, pues vuestra reacción es la normal teniendo en cuenta los valores y las creencias de esta sociedad. Y lo que hacéis vosotros lo hace la gran mayoría de la gente en sus diversas relaciones sociales. -Dijo el viejo profesor.
Los alumnos guardaron silencio para reflexionar, y el viejo profesor lo aprovechó para decir:
-Por otro lado, quien es sincero y espontáneo con los demás, se encuentra con que está dando mucha información sobre sí mismo, y muchas veces los demás usan esa información para conseguir algo de él o abusar de él y así le hacen daño le causan problemas, y por eso, la gente se guarda mucho de ser sincera. Por lo tanto, yo creo que no tenemos ningún derecho a pedir esa sinceridad a los demás, y nadie lo tiene a pedírnosla a nosotros. -Dijo el viejo profesor.
-Pero no nos has explicado qué es para ti la sinceridad y la espontaneidad. -Dijo un alumno.
-Se trata de decir todo lo que se siente y se piensa, y decirlo tal y como se nos ocurre en cada momento. Pero esto tiene un problema que no suele ser tenido en cuenta: Decir lo que se piensa no quiere decir que nuestros pensamientos sean acertados. Decir lo que se siente, no quiere decir que nuestros sentimientos y emociones ocupen su lugar natural, por lo tanto, la sinceridad y la espontaneidad a veces no reflejan la verdad de las cosas, sólo reflejan nuestra creencias sobre la verdad. -Dijo el viejo profesor.
-¿Hay algún otro aspecto que valga la pena? -Preguntó el mismo alumno.
-Existe otro tipo de espontaneidad. Por ejemplo cuando estamos en armonía con la Naturaleza, en esos momentos nuestras reacciones son espontáneas, o si lo preferís, son naturales, pues se ajustan a la realidad de las cosas, son hijas de la sabiduría y están libres del artificio moral, pues la Naturaleza no se guía por principios morales. Pero como pocas veces nos pasa eso, es por lo que pongo tantos reparos y tantas objeciones a que os pidan que seáis sinceros y espontáneos, pues además, quienes os lo piden, no son sinceros, sólo buscan información para tener poder sobre vosotros.
-Concluyó el viejo profesor.
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