sábado, 21 de marzo de 2020

RIESGOS Y PREMIOS


      Laurel florido.

   Como uno más de los aspectos de los miedos y de las esperanzas que tanto peso tienen en la vida del Hombre, está el aspecto de los riesgos y de los premios. Cuando domina la creencias de que lo más importante es conseguir lo deseado, conseguirlo se ve como un premio que requiere correr riesgos para conseguirlo. 

  Por más que muchas veces nos parezca que el Hombre es más cobarde que valiente, o más conservador que innovador, lo cierto es que la historia del Hombre siempre ha estado dominada por el deseo de obtener los premios, y pese a su parte cobarde o conservadora, lo cierto es que el Hombre corre riesgos para los premios, pues cree que sin riesgos no hay premios, y sobre todo, cree que sin premios no hay ninguna posibilidad de acabar con su dolor y con su sufrimiento, que sin premios no hay ninguna posibilidad de placer, de satisfacción, de bienestar, de felicidad. 

  Y así, el Hombre pese a sus medos se arma de esperanzas y lucha por conseguir los premios, lucha contra la Naturaleza, lucha contra sus semejantes, luchas contra todos los seres vivos que no se someten a él, y cuanto más lucha más destrucción y más dolor produce, y cuanto más dolor más necesita los premios, y así entra en una tampa de la que el Hombre no es consciente, y debido a que no es conciente no sabe salir de ella. 


  Ante esta situación, el Hombre culpa de su dolor a la Naturaleza, a su mala suerte, a los demás seres vivos cuando estos le producen enfermedades o dificultades para conseguir alimentos, o culpa de su dolor a aquellos de sus semejantes que se oponen a la consecución de sus premios, es decir, a todos los que tienen intereses y creencias diferentes. Y siguen los conflictos, siguen las destrucciones, sigue el dolor, sigue la trampa.

  Pero el Hombre sigue intentando escapar a su dolor, y busca ayuda en las fuerzas mágicas, en las fuerzas religiosas, en las ideologías políticas, o en la ciencia. Pero las ayudas que reciben acaban por resultarle insuficientes,  y además, muchos de quienes se las prestan exige un alto precio en libertad, y a veces además les arrastran a sus propios conflictos. Y la trampa sigue. 

  Pero el Hombre es más terco que sabio, y en vez de cuestionarse su visión de las cosas, sigue haciendo intentonas, y busca el remedio en la compasión, en el amor, en la moralidad, y pese a las ayudas, consuelos y satisfacciones que recibe, no le resultan suficientes, y entonces estos creyentes se dedican a culpar a la gente por no adoptar estos valores para sus vidas. Y la trampa sigue. 

  Y seguirá hasta que el Hombre, en vez de dedicarse a luchar, a buscar ayudar y culpables, se dedique a buscar la sabiduría y la libertad que lleva dentro, que son las mismas que el Universo y la Naturaleza le muestran. 


     La sencillez y serenidad iluminadas por el radiante sol de la mañana nos ofrecen gratis sus enseñanzas. 

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