viernes, 20 de marzo de 2020

OBSERVAR




    Observar EN silencio, con los ojos cerrados o con los ojos abiertos. Observar, EL silencio, observar lo que el silencio nos permite ver, lo que el silencio nos permite escuchar, tanto de fuera como de nuestro interior.

  Observar: para ello sólo hay que ser consciente de que estamos observando. Y cuando nuestros pensamientos se presenten, también ser conscientes de ellos y dejarlos libres, poco a poco  se centrarán en lo observado. 

   La observación consciente es muy fácil, sólo requiere ser conscientes de que estamos observando y practicar esta obsevación, y en soledad tenemos el tiempo y la posibilidad para ello. 

  A medida que vamos observando conscientemente, la realidad que nos rodea nos muestra cada vez más cosas, todas ellas relacionadas entre sí, todas ellas relacionadas con nuestra vida. La práctica nos permite ver las relaciones, démosle tiempo. 

  La observación consciente nos permite ver que la soledad tiene una gran amiga, la libertad, y una gran compañera, la serenidad, y que la serenidad tiene una hija, la sabiduría. 



  Observar CON ruido. Observar EL ruido. Observar como nos afecta, qué pensamientos y qué emociones nos crea, al fin y al cabo estamos rodeados de ruidos, y nuestros pensamientos y nuestras emociones, también hacen ruido en nuestro interior.

   Conscientes de los ruidos, podemos ser también más conscientes del valor de los silencios.  




  Observar  la excitación, la agitación de nuestros afanes, de nuestros actos, de todo eso que estamos haciendo cuando no descansamos. 

 Seamos conscientes de nuestras excitaciones y de nuestras agitaciones, de aquello que hacemos, del lugar en el que estamos. 

  Conscientes de las excitaciones y de las agitaciones, daremos más valor a la serenidad. 

  La observación consciente no tiene que ser una una actitud pasiva, pues sus descubrimientos presentan el suficiente interés como para no aburrirnos, sólo se trata de eso, de que sea observación, sea consciente y se prolongue en el tiempo. 

  Frecuentemente nuestra mente o nuestras emociones tomarán el mando de la situación y nos arrancarán de la observación consciente, seamos también conscientes de eso, seamos conscientes de a donde han ido nuestra mente y nuetras emociones cuando se han aislado de lo que nos rodea así como de nuestro propio cuerpo. 

  Ser observadores y conscientes, nada más. Confíemos y dejemos, permaneciendo conscientes,  que las semillas de lo observado y el tiempo den sus frutos, los cuales llegarán, pero hemos de tener presente que serán libres, sabios y armónicos, es decir, que no nos concederán nuestros deseos, sino aquello que necesitamos. Para conseguir los deseos hay que centrarse solamente en pequeñas parcelas de la realidad que nos rodea, es decir, hay que sacrificar el conocimiento de la realidad completa. De esto también hay que ser muy conscientes. 

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