martes, 17 de enero de 2017

PROBLEMAS, CONFLICTOS Y HERIDAS





   Los problemas surgen cada vez que, en vez de permitir que el río de la vida fluya siguiendo su curso natural, nos empeñamos en encauzarlo según nuestros deseos y nuestras creencias. Para acabar con los problemas buscamos soluciones, pero las soluciones siempre consisten en encauzar el río de otra manera. A veces parece que hayamos encontrado una solución, pero al cabo de un tiempo, esa solución se convierte en causa de otros problemas. 

   Quien está inmerso en un problema sólo piensa en evitarse daños y dolor, en como conseguir lo que desea y en culpar a los demás, a sí mismo, a la Naturaleza, o a la mala suerte de sus problemas.  Estos pensamientos le impiden dejar que el río fluya siguiendo su curso natural, y por lo tanto los problemas, adoptando las mismas formas u otras nuevas, se convierten en problemas crónicos y encadenados los unos a los otros. 

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   También los conflictos tienen siempre su causa última en no permitir que el río de la vida fluya siguiendo su curso natural y en intentar encauzarlo conforme a los deseos y creencias y de cada cual. Cuando surge el conflicto, el individuo que queda atrapado en él, sólo piensa en como escapar a los daños y al dolor, en como conseguir imponer sus razones y sus deseos, en justificarse a sí mismo y en culpar a los demás. 

    Estos pensamientos le impiden dejar que el río fluya siguiendo su curso natural. Así los conflictos, adoptando nuevas o viejas formas, se convierten en crónicos y se encadenan los unos a los otros, no importa quien resulte ganador o quien resulte perdedor, ni los medios que cada cual use en sus luchas. 

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  Los problemas y los conflictos producen heridas emocionales, morales y psicológicas en todos nosotros, y quedamos prisioneros de las creencias que nos produce el dolor de esas heridas. De esta manera no estamos en condiciones de curar las heridas de los demás, ni de curarnos a nosotros mismos, pues aunque las creencias que nos produce el dolor de las heridas puedan ser muy variadas, siempre está presente la culpa, la de los demás y la nuestra propia, y así quedamos miopes e inútiles para intentar permitir que el río fluya siguiendo su curso natural, y las heridas se vuelven crónicas y encadenadas las unas a las otras.

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   ¿Cómo escapar a este laberinto de dolor, de frustración, de insatisfacción, de creencias y de ceguera? La respuesta la dejo en manos del lector, pues la única vía posible para que cada cual escape de este laberinto es la que cada cual encuentre serenamente en su interior. 

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