jueves, 19 de enero de 2017
LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Alcanzar la felicidad es el principal objetivo de la mayoría de las personas. Existen tantos caminos como personas la buscan, pero todos los caminos tienen en común una cosa:
La lucha para conseguir lo que se desea.
Toda lucha que se realice contra lo que existe fuera de nuestra piel implica un esfuerzo, o un riesgo, o un sacrificio, unos miedos, y cuando esa lucha implica a la sociedad o a quienes nos rodean, casi siempre acaba por producir conflictos.
Además, luchar por conseguir algo siempre implica atarse a lo que es necesario hacer para conseguir lo que se desea. Por lo tanto, al buscar la felicidad lo primero que perdemos es la libertad, y sin libertad la felicidad será algo ilusorio.
Cuando aparecen los conflictos, éstos siempre tienen como consecuencia algún grado de destrucción, de dolor, de frustración, de injusticias, de opresión, de odios, de crueldad, de miedo, de heridas internas, de tal manera que aunque el individuo consiga aquello concreto que busca, la felicidad no es posible debido a como afectan esas consecuencias a los demás y también al propio individuo que ha tenido éxito en sus afanes.
Además, cuando el individuo consigue aquello concreto que busca, la satisfacción y el placer se van reduciendo debido al tiempo y a las adversidades, y pronto es necesario conseguir más y por lo tanto, verse implicado en nuevos conflictos.
A veces el buscador de la felicidad no busca nada externo a él, pero sigue entendiendo que la felicidad sólo se alcanza mediante la lucha, en este caso mediante la lucha interior. Pero también se encuentra con que tiene que hacer esfuerzos, hacer sacrificios, conseguir objetivos, y tiene que atarse a lo que es necesario hacer para conseguir lo que desea, todo lo cual le hace perder libertad.
Dentro de éste buscador se producen luchas internas entre sus emociones, entre sus creencias, entre sus valores morales y de todos estos aspectos contra su conciencia, y esas luchas rompen al individuo en trozos, impidiendo así el equilibrio, la serenidad y la armonía interior, y sin estas cosas la felicidad es ilusoria.
Puede que este buscador de la felicidad alcance el éxito en sus objetivos, pero entonces se encontrará con las heridas que le ha producido su lucha interior y con una sorpresa que no se espera: El éxito sólo le produce una satisfacción, que por más intensa que sea, con el paso del tiempo o ante situaciones adversas, se reduce cada vez más o desaparece.
Quien se percate de que la búsqueda de la felicidad es la mayor trampa de nuestra época, ese es el único que está en condiciones de centrarse en aprender a permitir que el río de la vida fluya siguiendo su curso natural, de centrarse en su esencia y en su conciencia. No hallará la felicidad, y ni falta que le hace si es capaz de escapar a esta gran trampa, y de caminar hacia su propio horizonte de plenitud, de liberación y de armonía.
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