miércoles, 31 de octubre de 2018
COMPRENDER Y ACEPTAR
Caminante se encontró con Danzarín, se trataba de un hombre de movimiento flexibles y sencillos que, en vez de resultar elegantes o refinados, daban una fuerte sensación de armonía.
-¿Por qué te llaman Danzarín? -Preguntó Caminante.
-Porque intento vivir danzando al ritmo del Tao.
-Respondió Danzarín.
-Veo que has conseguido mucha armonía, ¿Cómo lo has hecho? -Dijo Caminante.
-Realmente no sé cual es mi grado de armonía, pero baso mi camino espiritual en dos grandes aspectos: La búsqueda de la comprensión profunda y la búsqueda de la aceptación.
-Respondió Danzarín.
-Empieza por explicarme que haces para buscar la comprensión profunda. -Pidió Caminante.
-Creo que no hago nada que no hagan otros buscadores espirituales, nada que no hagas tu mismo. Lo único diferente es mi propia personalidad, pero todo buscador tiene su propia personalidad. Cuando alcanzado alguna comprensión intento danzar al ritmo de aquello que he comprendido, y entonces aparecen unos estorbos, unos lastres, que me impiden danzar tan armónicamente como yo quisiera. -Dijo Danzarín.
-¿Qué estorbos, que lastres son esos? -Preguntó Caminante.
-Se trata de mis dificultades para aceptar el flujo natural de las cosas. Por una parte se trata de que aquello que creo que he comprendido pero que muchas veces no he comprendido en toda su profundidad, y de otra parte se trata de aquello que todavía me queda por comprender a fondo, como son mis viejas heridas, mis emociones, mis miedos, muchos de mis deseos, muchos de los aspectos de mi ego. En fin, cada cual sabe, o debería saber, cuales son sus propios obstáculos y lastres. -Respondió Danzarín.
-En suma, que se trata de comprender la profundidad de las cosas y de aceptar lo natural, ¿eso es todo?. -Dijo Caminante.
-Para mi sí, todo lo demás lo veo como danzar al son de instrumentos desafinados dentro de laberintos confusos, o en bordes de abismos, o por caminos sin salida, o por atajos falsos. -Concluyó Danzarín.
Y Caminante pensó que esto ya lo sabía él, que la explicación más sencilla era siempre la más acertada, pero pensó también que no bastaba con que la mente supiera las cosas, sino que había que ser plenamente consciente de ellas, que se trataba de poner más energía en danzar al ritmo de las comprensiones profundas, y menos en buscar nuevos conceptos, nuevos instrumentos musicales, nuevas melodías y nuevos ritmos.
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