domingo, 14 de octubre de 2018
EQUILIBRIO Y SERENIDAD
Caminante pasó unos días agradables con los dos ancianos, y en una de sus charlas les dijo:
-Ustedes me parecen unas personas equilibradas, ¿Cómo lo han logrado?
-Durante un tiempo buscamos mucho el equilibrio. Y vimos que dentro del Ser Humano existen muchas fuerzas en pugna y que el equilibrio sólo se alcanza cuando aceptamos plenamente el fluir natural de las cosas, y nosotros todavía no hemos alcanzado esa aceptación, sin embargo, antes se puede alcanzar cierto grado de serenidad. -Contestó Anciana.
-¿Y como se alcanza la serenidad? -Preguntó Caminante impulsivamente.
-Siendo conscientes de todas las fuerzas que influyen en tus emociones, en tus pensamientos y en tu conciencia. Verás, sobre esas fuerzas se dicho muchísimo, pero a nosotros eso no nos ha servido de mucho. Yo creo que se trata de observar esas fuerzas sin juzgarlas pues sólo así podremos comprenderlas y aceptarlas como lo que son: el flujo natural, el ritmo del Tao. Las juzgamos cuando las consideramos buenas o malas, y así no entendemos ni su verdadera naturaleza ni su verdadera función en nuestro interior, y las juzgamos cuando nos sentimos orgullosos de lo que consideramos nuestras virtudes, nuestras capacidades y nuestra sabiduría, y también las juzgamos cuando nos condenamos por lo que consideramos nuestros defectos, nuestras debilidades y nuestras ignorancias. -Respondió Anciano.
-Pero eso es muy difícil. -Objetó Caminante.
-No, eso no es que sea difícil, eso es el camino hacia el horizonte espiritual que tú elijas. Y pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, hagas lo que hagas, tu vida siempre estará sometida a esta dinámica. Tienes dos opciones: decantarte por la lucha dirigida a que unas fuerzas venzan a las otras, o bien decantarte por intentar comprender a esas esas fuerzas y dejar que cada una ocupe en tu vida el lugar que naturalmente les corresponde. -Dijo Anciana.
Caminante, aunque estaba de acuerdo con la segunda opción, estuvo a punto de responder que esa opción seguía siendo difícil, pero pensó que no se trataba de fácil o de difícil, si no de profundizar las cosas por uno mismo y en uno mismo. Como si adivinaran los pensamientos de Caminante, los dos ancianos sonrieron serenos y complacidos.
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