Aunque la desconfianza nos sirve de alerta frente a los peligros, reduce nuestra capacidad de amar, y por lo tanto, reduce nuestras posibilidades de ser amados. También nos deja sin los placeres que nos producen las ilusiones.
Por todo ello, y con la esperanza de sentirnos amados, y de recuperar los placeres que nos produce la confianza, tras desconfiar, muchas veces volvemos a confiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario