La libertad y la sabiduría nos liberan, pero antes, en torno a su presencia,
¡Cuántas creencias!
En el ámbito de lo social, las creencias y su defensa se consideran un derecho fundamental en las sociedades con amplias libertades. En contraste, en las sociedades absolutistas o autoritarias, la tiranía impone a unas por la fuerza y a otras las persigue por nefastas.
Hijas de muchas madres y de muchos padres, en las relaciones sociales y personales se usan como banderas, como argumentos, como armas para el ataque y para la defensa.
Como individuos, todos necesitamos un grado de seguridad para no desequilibrarnos, para no rompernos internamente, para soportar y para reducir nuestros miedos, pues vivimos en un mundo conflictivo e incierto en el que podemos perder en cualquier momento cualquier cosa que valoremos.
Las creencias nos dan fuertes sensaciones de seguridad, y cuando esa seguridad adquiere cierta intensidad, ponemos mucha energía, mucha inteligencia y muchos medios para defender tanto a nuestra seguridad como a nuestras creencias, y al hacerlo surgen los conflictos, y los combates entre un bando de creyentes y quienes se oponen a sus intentos de dominio, a veces son dañinos, a veces son destructivos y peligrosos, produciendo miedos e incertidumbres, y con ello aumenta la necesidad de más seguridad, y la espiral de la contradicción nos encadena y nos trae dolorosas consecuencias.
Ante nuestros ojos se nos presentan dos opciones para liberarnos de los miedos:
*Por un lado la fuerza, el poder, el placer y las satisfacciones.
*Por otro lado la comprensión y la aceptación de la realidad.
Los éxitos de la primera opción nos afianzan en nuestras creencias.
Sólo la segunda opción puede liberarnos de nuestras creencias.
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