Los humanos, a veces no dejamos desarrollar a los seres vivos y a nuestros semejantes, pero les culpamos y nos justificamos, y sólo a veces comprendemos.
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Sin que sepamos las causas, cada persona tiene su propio nivel de conciencia, lo cual le lleva a tener sus propias necesidades, sus propios deseos y sus propias creencias, y también a querer vivir conforme a éstos tres aspectos. Como hay tantas necesidades, deseos y creencias, inevitablemente se producen los conflictos, y con ellos vienen los daños que los humanos nos causamos los unos a los otros.
Ante los daños, las primeras reacciones suelen consistir en buscar culpables y justificaciones, y sólo a veces se abre paso la comprensión de que no hay buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, que hay personas intentando vivir conforme a su nivel de conciencia.
Ahora bien, cuando alcanzamos éstas comprensiones se nos presenta la cuestión de hasta cuando podemos comportarnos conforme a ellas si alguien nos causa daño o nos dificulta conseguir lo necesario o lo deseado. Cuando lo conseguimos, armonizamos.
Cuando no lo conseguimos, también podemos entrar en la dinámica de culparnos a nosotros mismos o de justificarnos.
Ésta dinámica se puede producir ante cualquier situación en la que no podamos comportarnos conforme a lo comprendido, y se le suele llamar debilidad, contradicción, y se nos presenta la cuestión de escapar de ellas.
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