El sabio también pasó por todo esto. El sabio, en su liberación y armonía, no hace estas distinciones, y a todos estos aspectos lo ve y los ACEPTA por igual, comprende plenamente que van y vienen, que se alternan, que son parte del mismo flujo natural. Sonríe ante su relatividad, hace lo que le pide su espontaneidad, a nada se aferra y sigue su camino sereno y satisfecho.
Al sabio lo hemos idealizado, nos gustaría ser como él, pero la no aceptación de la alternancia entre todos estos aspectos nos lleva del bienestar al malestar, de la serenidad a la agitacion, del dominio de la razón al dominio de las emociones y viceversa, de unas ilusiones a otras, y de esta manera se nos escapa lo más importante: La sencillez, la serenidad, la energía y el tiempo.
Sencillez.- La que necesitamos para reducir la variedad y la fuerza y de nuestros deseos. La que necesitamos para alejarnos de los pensamientos y de los caminos complejos.
Serenidad.- Hija directa de la sencillez. La que sin usar ninguna fuerza a todo lo calma, a todo lo aclara, a todo lo da su plenitud. Serenidad, la honda madre de la sabiduria.
Energía.- La que necesitamos para poder vivir de acuerdo con lo conocido y con lo comprendido.
Tiempo.- El necesario para que la sencillez, la serenidad y la energía hagan su labor.
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