Por un lado tenemos todo el conjunto de grandes conceptos sobre el mundo, los cuales ha ido creando el Ser Humano desde hace miles de años, y tenemos todo lo que el Hombre ha ido descubriendo. Estos conceptos y descubrimientos están recogidos en todas las tradiciones de sabiduría, en todas las corrientes del pensamiento filósofico y profundo, en la sabiduría de los grandes sabios, en todos los descubrimientos científicos. Junto a todo esto están todas las preguntas cuyas respuestas no son aceptadas por todos, y están todos los grandes conceptos que aún no comprendemos, y está todo lo que ignoramos. Como son tantos estos grandes conceptos así como tantas las preguntas y tanto lo ignorado, y como hay tantas visiones respecto a ellos, el resultado es que estamos ante un mundo extraordinariamente complejo.
Por otro lado tenemos una visión del mundo reducida únicamente a las relaciones sociales y personales, reducida a eso que podríamos llamar "ganarse la vida", a conseguir unos cuantos placeres, a solucionar los problemas que lo anterior nos produce, y sobre todo, a unas emociones que, mezcladas con unos conceptos morales que cada cual adapta a sus propios deseos y creencias, han dado como resutlado unoso sentimientos y unoso pensamientos extraordinariamente complejos y que nos producen una gran agitación, muchas perturbaciones y mucho consumo de energía.
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Unas veces estas dos complejidades se dan la espalda. Otras veces se estorban y se perturban. Cada una tiene noticias de la otra, a veces piensan sobre ella, pero después ambas vuelven a su propio mundo de complejidades.
¿Se puede tener una visión global de ambas complejidades y comprender que ambas forman parte de un sólo mundo natural, y por lo tanto sencillo, en el que todo está directamente conectado y relacionado?
La única posibilidad de tener esta visión pasa por la sencillez, por la serenidad y por el tiempo. Sencillez en los conceptos, en los pensamientos, sencillez en las las emociones y en lo valores morales, sencillez a la hora de vivir. Esta sencillez es la única que puede serenarnos, y sólo de la serenidad nace la sabiduría necesaria para comprender la verdadera realidad de las cosas, lo demás es cosa del tiempo, pues toda comprensón, toda sabiduría, requiere su tiempo.
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