domingo, 30 de abril de 2017
UN MUNDO CULTO
Enrique fue a ver a Merlín para pedirle que le enviara a un mundo culto. Merlín accedió y Enrique disfrutó intensamente de su viaje al mundo culto que siempre había soñado. Cuando despertó, Merlín le preguntó por la experiencia y Enrique le dijo:
-Ha sido totalmente satisfactoria. La cultura y el arte no son sólo satisfacciones plenas, auténticas, y que dejan un sabor muy duradero, son también plenitud del alma humana, y además permiten al Hombre pensar profundamente para no caer en las cadenas de la ignorancia y tener la posibilidad de ser libre.
Merlín sabía que ante personas como Enrique no había argumentos que les hicieran cambiar de opinión, pues sus opiniones se basaban en profundas reflexiones y, sobre todo, en un hondo nivel de conciencia, y aún así le dijo:
-El mundo de la cultura y del arte permiten al Hombre desarrollar muchos de sus aspectos naturales, y son una buena herramienta para la comprensión de todos los aspectos de la vida y de la naturaleza humana, pero aún así ese mundo tiene una gran carencia: El Hombre se ve a sí mismo como el centro de todo, como el ser más importante, y sobre todo, se ve separado de la Naturaleza, pues al adorar su inteligencia y sus capacidades para la cultura y para el arte, desprecia a la Naturaleza. El hombre culto y amante del arte prefiere la música de Vivaldi que sumergirse en la observación directa del ciclo de las cuatro estaciones, y así se envuelve en una burbuja que no le permite ver el mundo al completo y que además le divorcia de ese mundo.
-No puedo estar de acuerdo contigo, yo con la cultura y con el arte tengo suficiente para mi vida espiritual y además le presto atención a la Naturaleza. -Replicó Enrique.
Merlín se sintió tentado de contestar, pero no lo hizo. Pensó que cada persona está sometida a su propio y particular nivel de conciencia, y ningún argumento le puede sacar de él. Además, quien sabe cuanta parte de razón pueden tener los que no piensan como nosotros. Lo importante es la exploración del mundo y de nosotros mismos, y tuvo que reconocer que Enrique era un explorador.
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