Para conseguir el éxito se ha de luchar y rivalizar, y se han de pagar precios. Pero tanto el que tiene éxito como el que fracasa, pagan los mismos precios. Así se impone la lógica de que, puestos a jugar, mejor ganar que perder.
Los que creen que lo más importante es conseguir lo deseado, pero ni luchan ni rivalizan lo necesario, nunca consiguen lo deseado, y pagan el preico de quedar frustrados, de ser víctimas, de ser sometidos, de ser despreciados, de ser olvidados.
Quien no participa en éste juego,
siempre gana, nunca pierde,
pero los jugadores le desprecian
y no le entienden.
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