miércoles, 22 de marzo de 2017

UN MUNDO EN EL QUE YO SEA FELIZ


   Un mes después, Ramón volvió a ver a Merlín y le dijo: 

  -He pensado mucho, y ante las dificultades de crear un mundo feliz para todos, quiero tener la experiencia de un mundo en el que, al menos, yo sea feliz. ¿Es eso posible?

  -Lo mejor es que lo experimentes por ti mismo. 
 -Le dijo Merlín. 

  Ramón se encontró desayunando con su familia. Su mujer le quería sinceramente y le comprendía, sus hijos también le querían y eran unos chicos maravillosos. Tenía el trabajo que le gustaba y su salud era muy buena. 

  Aquella tarde, al salir del trabajo se encontró con su amigo Antonio, con el que compartía la mayoría de las opiniones, y los dos se fueron a tomar una cerveza juntos, pero Antonio estaba indignado y decía: 

  -No comprendo a la gente, no paran de criticar al gobierno, e incluso se están produciendo manifestaciones, y la de ayer fue violenta, pese a que tenemos el mejor gobierno posible y a que las cosas están mejorando.

  -Tienes razón, yo creo que la gente está ciega y es egoísta, y  los partidos de la oposición la manipulan para conseguir sus ambiciones. -Dijo Ramón. 

  Diez minutos después pasó por allí su amiga María, la que tras sentarse con ellos entró en la conversación diciendo: 

  -Os conozco desde hace muchos años y se que sois totalmente honestos, que nunca os ha dominado el egoísmo, y que queréis lo mejor para todos, pero eso os impide ver la realidad.

  -¿Y cual esa realidad que no vemos? -Preguntó Ramón. 

  -Que cada cual tiene sus propios deseos, y que ahora son vuestros deseos los que se han impuesto, pero esta sociedad perfecta para vosotros es un lugar incómodo para quienes tienen deseos diferentes a los vuestros. Cada vez que conseguimos nuestro propio cielo estamos creando un infierno para todos aquellos que no comparten nuestra visión de las cosas. -Contestó María.

  -Conociendo que eres una persona espiritual, de tus palabras deduzco que el individuo sólo puede alcanzar la felicidad cultivando la espiritualidad. 
 -Dijo Ramón con cierto aire de desprecio.

 -La búsqueda de la felicidad impide la libertad de quien la busca, y además crea el dolor del que el buscador pretende escapar. -Dijo María, y en esos momentos se despertó, y lo hizo frustrado, pues no conseguía ser feliz, pero continuó despreciando las reflexiones de María. 

   Un año después se encontró con María, y tras saludarse, ésta le preguntó por su vida, a lo que Ramón respondió: 

  -Ahora pienso y vivo como la gente normal. 

 -O sea, buscando un dinero que nunca te resulta suficiente, con unos placeres y un amor que no acaban con tus insatisfacciones, ni con tu dolor, ni con tus miedos, con una salud que cada vez te preocupa más, y culpando a los demás y al gobierno de todos tus problemas. -Dijo María, haciendo un esfuerzo para que Ramón no notara ni su ironía ni su tristeza. 

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