domingo, 12 de marzo de 2017

UN MUNDO DE CONFIANZA


    Andrés fue a ver a Merlín, y le pidió: 

  -Quiero que me hagas tener un sueño en el que yo viva en un mundo donde pueda confiar en los demás. 

  -Está bien, así será. -le dijo Merlín. 

  De pronto, Andrés se encontró en lo que parecía ser la plaza mayor de una ciudad pequeña. Todo lo que veía le resultaba conocido, nada llamaba su atención, excepto la actitud calmada de la gente, y las expresiones de sus caras: libres de toda señal de preocupación o de tristeza. Al cabo de poco vio un cartel que anunciaba: OFICINA DE INFORMACIÓN. Se dirigió hacia allí, entró y fue atendido por  una mujer amable y que tenía los mismos ademanes y la misma expresión en su cara que el resto de la gente de la ciudad. 

  -Buenos días. Bienvenido a Ciudad Confianza, aquí todos confiamos en todos y nadie se siente nunca defraudado con nadie. ¿En qué puedo servirle? 

-Yo quisiera saber como funciona esta ciudad. -pidió Andrés. 

 -Pues muy fácil. Nos regimos por las mismas leyes que el resto del país, pagamos impuestos, votamos, tenemos el mismo sistema social y económico, las mismas costumbres. En realidad esta ciudad es un experimento del gobierno de nuestro país. Para venir a vivir aquí se escoge a personas que reúnan solamente tres condiciones: Tener gustos sencillos, que se basten con el fruto de su trabajo y con los regalos y las alegrías cotidianas que la vida les ofrece. Vienen pocos y la mayoría se van pronto, pero los que nos quedamos nos sentimos satisfechos de vivir aquí.
  -concluyó la mujer. 

  -¿Eso es todo? -preguntó Andrés incrédulo, el cual añadió: 

  -Supongo que se tratará de personas bondadosas, generosas, comprensivas, y con unos grandes valores morales. 

  -Pues no sabría decirle, yo creo que en ese aspecto todos somos como el resto de los habitantes del país, y este país es como los demás países. Lo que ocurre es que usted no ha pensado bien el verdadero significado de estas tres condiciones. Si lo piensa bien, verá que para sentir confianza en los demás basta con que los demás no nos hagan daño, y como aquí a todo el mundo le basta con lo que tiene y con lo que puede conseguir con su trabajo, pues nadie hace daño a nadie. 

  Andrés se despidió de la mujer, e inmediatamente se despertó: 

 -¿Cómo ha ido el sueño? -Preguntó Merlín.

 -Muy bien, lástima que haya sido un sueño, pues yo viviría en un sitio como ese sin pensarlo dos veces, y además creo que reúno todas las condiciones necesarias. 

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