viernes, 24 de marzo de 2017

UN MUNDO COMPASIVO


    Ángela fue a visitar a Merlín, pues por un lado se sentía compasiva ante cualquier clase de sufrimiento, y por otro estaba confusa respecto a las creencias que predicaban la compasión, y a esa confusión se se sumaba su incapacidad para distinguir claramente entre el contenido de las creencias y la actitud de los creyentes. 

  -Quiero que me mandes a un mundo compasivo, a ver si realmente resuelvo mis dudas. -La pidió a Merlín, el cual aceptó.

  Ángela se encontró en una ciudad como otras muchas, pero donde la gente sonreía mucho y daba muestras continuas de afecto por los demás. Aún así, había algo en la mirada y en la expresión de la gente que no denotaba tanta alegría como la que aparentaban. Mientras pensaba sobre esto se le acercó un viejecito menudo y simpático, y con una expresión en la que se notaba algo de socarronería. Sin saber por qué, Ángela pensó que se trataba de un "disidente".

  -Bienvenida al país de los santos. Aquí nadie hace nada que dañe a los demás  y todos ayudan a todos a combatir su dolor. -Se presentó el viejecito.

  -Pues entonces esto debe ser un paraíso ¿No? -Dijo Ángela.

  -Pues el jardín del edén, desde luego que no es. Por un lado se sienten muy contentos de amar y de ser amados, de no recibir daños y de ser ayudados, pero le tienen miedo a la muerte y a todo lo que la provoca, pues saben que en ese aspecto la compasión de los demás, aunque es un consuelo, les resulta insuficiente. Todos creen que serán premiados por su compasión tras la muerte, pero eso tampoco parece serviles para acabar con sus miedos, además, esa creencia y esa esperanza les priva de buscar dentro de sí mismos las respuestas para alcanzar la liberación interior. 

  -Siga por favor. -Pidió Ángela. 

 -Ser compasivo exige poner toda la energía en no dañar y en ayudar, y además tienen que ganarse la vida. Esto les deja sin energía para todo lo demás y así se olvidan de su propio mundo interior y de sus relaciones con la Naturaleza, y así sus vidas son incompletas, insuficientes. Pero aún así no saben vivir de otra manera. -Concluyó el viejecito.

 -¿Y usted qué?. Mucho criticar, pero ¿Cuáles son sus alternativas? -Preguntó Ángela incisiva. 

  -Yo me limito a intentar comprender el fondo de las cosas y a intentar vivir de acuerdo con lo que voy aprendiendo, y he aprendido que tengo que liberarme de cualquier creencia, además, como sólo me interesa la vida espiritual, no hago daño a nadie pues no lo necesito. ¿Te parece clara mi actitud?. -Preguntó el viejecito con total ausencia de mala intención, y en esos momentos Ángela se despertó. 

  -¿Qué te ha parecido la experiencia? -Le preguntó Merlín. 

  -Necesito tiempo y serenidad para digerirla. -Contestó Ángela. 

  

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