martes, 28 de marzo de 2017

UN MUNDO SIN ODIOS


   Olga fue a ver a Merlín y le dijo: 

  -Por culpa de los odios en este mundo ocurren todos los conflictos, todas las guerras, todas las tragedias humanitarias. Yo quiero liberarme de mis odios, pero no puedo menos que odiar a los que causan todos esos problemas. Me gustaría que me enviaras a un mundo sin odios a ver si aprendo a no odiar. 

  Merlín asintió en silencio y procedió a hipnotizarla.

  Olga se encontró llegando a un pequeño pueblo situado en un valle entre colinas verdes. Caminando hacia ella venía una anciana de aspecto risueño y amoroso, la que amablemente le invitó a sentarse en la verde hierba de un prado situado junto a un arroyo. 

  -Bienvenida al País de los Valles, aunque yo prefiero llamarlo el Raro País. Supongo que tendrás mucha curiosidad por saber como hemos llegado a vivir sin odios -Le dijo la anciana. 

 -Pues la verdad es que eso es lo que más me interesa. -Dijo Olga. 

  -Verás, seré lo más breve posible. Hace ya muchos años hubo una terrible guerra civil, fue tan sangrienta que hasta el bando ganador quedó harto de tanta violencia. Ante esto surgieron dos corrientes filosóficas y espirituales. Una propugnaba que la mejor manera de acabar con los conflictos, y por lo tanto con los odios, era reducir los deseos. La otra decía que, como la mayoría no era capaz de reducir mucho sus deseos, había que aumentar la bondad, la compasión, el amor fraternos y todos los valores morales. 

  -Pues yo me inclino por la segunda, -Dijo Olga- Pero por favor, continúe. 

  -Ambas escuelas se dieron cuenta de que no podían estar enfrentadas, el recuerdo de la guerra civil era muy fuerte, y optaron por fundirse en una sola, y afortunadamente consiguieron convencer a la mayoría de la población, de tal manera que se produjo la reconciliación entre los bandos de la guerra civil, y se suprimió el ejército. Estos sólo fueron los primeros pasos y hoy vivimos sin odios y sin sin conflictos y sin problemas internos. -Dijo la anciana. Sin embargo, Olga la notó preocupada, pero antes de que Olga dijera nada, la anciana le dijo. 

  -Sin embargo, tenemos un problema muy grave, y no es por culpa nuestra, si no de los países que tenemos como vecinos. Uno es el País de las Montañas, el otro es el País de la Costa, y nosotros estamos situados en medio de los dos. El País de las Montañas ambiciona conquistar al País de la Costa para tener una salida al mar y poder así comerciar. El País de la Costa ambiciona conquistar al País de las Montañas para conseguir sus abundantes recursos minerales. 

  -¿Y hasta ahora no han entrado en guerra? -Preguntó Olga. 

  -No. Unas veces porque sus problemas internos se lo impedían, otras porque se temían entre ellos, y algunas veces porque las grandes potencias mundiales no les dejaban. Sin embargo, ahora eso ha cambiado, y se dan todas las condiciones para que empiece la guerra, la cual significará la invasión de mi país, pues ambos tienen que pasar por él para invadir al otro. 

  -¿Y ustedes que han hecho hasta ahora para evitar la guerra? -Preguntó Olga.

  -Lo único que podíamos hacer: Invitarles negociar un acuerdo y ofrecer nuestro país como lugar de paso para que comerciaran entre ellos y hablar a la gente de sus países de las ventajas de vivir sin odios. Pero han sido muy pocos los que nos han escuchado. La mayoría ambiciona lo que tiene el otro, y a la vez teme el ataque del otro, por lo tanto, se impone el odio al "malvado enemigo de nuestra amada y sagrada Patria", ¿Te suena de algo este argumento? -Dijo la anciana. 

 -Sí, y no sólo de los libros de historia, sino de la realidad en la que vivo. -Respondió Olga.

 -Si la guerra se produce, seremos el campo de batalla y no podremos hacer nada para protegernos, ninguna potencia mundial nos ayudará, y sólo podremos contar con la bienintencionada, pero inútil ayuda, de algunos ciudadanos que se manifestarán en algunas grandes ciudades en "solidaridad con el pueblo inocente del País de los Valles", y dentro de unos meses, esos manifestantes estarán manifestándose contra otra cosas. Las gentes más compasivas hablarán de nuestro sufrimiento, y algunos admirarán las enseñanzas de nuestra filosofía espiritual, pero nuestras enseñanzas no se expandirán y se irán olvidando. 

    Una semana después, el País de la Costa invadió al País de los Valles en su camino hacia el País de las Montañas, este también hizo lo mismo para frenar el avance de su tradicional enemigo. En esos momentos Olga se despertó.  

  

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