Nuestro interior profundo es como el interior de los huevos fértiles que son empollados en los nidos. Desde fuera sólo se ve al nido, pero nadie ve a la Conciencia Incubadora ni al germen que hay en los huevos.
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Todos tenemos un mundo interior profundo, es el mundo libre iluminado por nuestra soledad serena, por, por los silencios de nuestra mente, por los silencios de nuestro ego cuando duerme, por la voz de nuestra conciencia despierta.
A todos nos gustaría compartir ese mundo con quienes nos rodean, pero la mayoría de las veces no tenemos palabras para ello, sólo tenemos expresiones, gestos, sólo desprendemos energías, y unas veces los demás captan este lenguaje, otras veces no, y otras veces no lo interpretan bien.
En cuanto a aquellas cosas que podemos expresar con palabras, unas veces manifestamos sinceramente aquello que pensamos y que sentimos, esto lo hacemos sobre todo con las personas a las que más amamos, con las personas en las que más confiamos, con las personas con las que tenemos afinidad, y esta manifestación de nuestro interior profundo es una de las principales fuentes de nuestras satisfacciones pues nos satisface el amor que recibimos, y nos satisface ver como emerge y vuela libremente el amor que sentimos.
Otras veces manifestamos aquello que pensamos que provocará el amor y la admiración de los demás. No se trata de hipocresía, es sólo un poco de vanidad y un mucho de anhelo orientados a conseguir que nos amen por lo que creemos que realmente somos.
Frecuentemente nos callamos o disimulamos aquello que puede provocar la hostilidad, y sobre todo, el desprecio de los demás. Nuestro ego puede soportar un grado relativamente alto de hostilidad, pero somporta muy mal cualquier grado de desprecio.
Así, con lo que no podemos expresar con plabras, con lo que los demás no ven ni comprenden, y con aquello que no queremos mostrar, creamos nuestro mundo interior profundo e íntimo, el mundo de la intuición y de la convicción de nuestra verdad más profunda, el mundo en el que se puede mostrar nuestra conciencia de forma luminosa, el mundo al que nadie tiene acceso, y al que guardamos con celo, y no por sentido de la propiedad, sino por sentido de la libertad, de la sabiduría y de la armonía.
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