La armonía es siempre sencilla, liberada de toda complejidad, es la serenidad sabia, que sólo venció cuando dejó de luchar, la que sólo halló la luz y el calor cuando dejó de echar leña al fuego de la agitación. No es logro, no es conquista de ninguna cima, es sólo la natural consecuencia de dejar que el río llegue por sí solo al mar.
Es la observación serena ante la tormenta, es la que comprende lo que hay detrás del huracán, del rayo y del trueno, es la persistencia que confía en la conciencia, es la receptividad que acepta, es aquella que deja que el tiempo coloque a cada cosa en su lugar natural.
En armonía no hay preguntas, ya que sin palabras ni conceptos, sin razones ni emociones, sin debates ni argumentaciones, esán todas las respuestas.
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