martes, 20 de diciembre de 2016

EL ÁRBOL


        Un día de invierno a un pájaro se le cayó en un bosque una semilla de un árbol que llevaba entre sus plumas. En primavera el árbol nació, pero en el bosque nadie había visto nunca a un árbol así, y no es que tuviera nada que destacara, es que sencillamente era diferente. 

  El árbol, siguiendo su naturaleza interior creció, y dos primaveras después dio flores y frutos. Sus flores y sus frutos no tenían nada de especial, pero en verano y en otoño, a algunos pájaros les resultaron agradables y nutritivas, y algunos las guardaron para el invierno. 

   Cuando el árbol alcanzó su madurez, su copa sirvió de cobijo a muchos pájaros, y muchos hicieron sus nidos en él.

   Como era diferente se encontró con el desprecio de la mayoría de los árboles, con la hostilidad de algunos, y con el aprecio de muy pocos. Por más que intentó ganarse el aprecio general nunca lo consiguió, pues era un árbol diferente que siempre se negó a ser lo que no era. 

   Un día, un viento muy fuerte sopló en el bosque y ante la amenaza el árbol pensó que había vivido conforme a su propia naturaleza, y que además había producido frutos nutritivos y había servido de cobijo, también pensó que había dejado semillas que un día un pájaro dejaría caer en otro bosque. 

  El viento tronchó lo troncos de muchos árboles, y él también sufrió la misma suerte, pues el viento de la vida y de la muerte no hace distinciones.

   Hoy puede verse su tronco roto y desgajado, y en él los pájaros se posan a descansar, a protegerse de los peligros, a ser libres y a otear en busca de comida. Y los pocos árboles que le apreciaron siguen recordándole con cariño y siendo  conscientes de en qué consisten la vida y la muerte.



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