Los creyentes son aquellos que piensan que la solución a todos los problemas del individuo y de la humanidad pasa porque en el conjunto de la sociedad se impongan aquellas idea en las que ellos creen.
Frente a los creyentes, (muchas veces más en contra de los creyentes que de sus creencias), están los escépticos, los que no creen en ninguna creencia o desconfían de todas ellas.
El creyente, debido a los dogmas de su creencia, tiene una visión parcial, corta y estrecha de la realidad, lo cual imposible que pueda entender como se relacionan entre sí todas las partes de la realidad, con lo cual, cuando intenta mejorar esa realidad pocas veces tiene éxito y con frecuencia causa más daño del que pretende evitar.
Por otra parte, el creyente se esclaviza a todo lo que tiene que hacer para poder imponer sus creencias a la sociedad, y cuando lo consigue se convierte en un tirano.
En el otro extremo de esta visión dualista el escéptico cierra sus puertas y sus ventanas a cualquier posible solución a sus problemas y sufrimientos, pero el escéptico necesita refugios que le sirvan de alivio y de consuelo a su dolor.
Los únicos refugios que puede hallar (pero que no siempre halla), son los placeres materiales y sensuales, los que le produce sentirse amado y sus creencias y actos morales. Pero al intentar conseguir sus placeres a veces daña los demás o a sí mismo, a no ser que se conforme con placeres sencillos o con los regalos de la vida.
El dualismo creyente-escéptico no permite ver que existe otro camino: Se trata del camino libre y liberador de guiarse por la propia conciencia, por la propia intuición y por las propias convicciones internas, las cuales solamente se hallan en ese lugar que está más hondo que los valores morales, que la mente, que el ego y que las emociones.
Sólo quien se guíe por lo más de sí mismo podrá hallar caminos de liberación, caminos que no le lleven a caer en ninguna creencia ni tampoco en el escepticismo cuando no consiga las sensaciones de bienestar que tanto busca. El objetivo no es el bienestar, lo que realmente importa es la armonía con nosotros mismos y con el todo del que formamos parte.
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