lunes, 22 de julio de 2019
HABLAR Y CALLAR
Cuando hablamos lo hacemos llevados por una o por varias de las siguientes razones:
* Por vanidad, para justificarnos, para hacernos las víctimas.
* Para sacar emociones y energías, para que no se nos queden dentro y se vuelvan tóxicas.
* Para combatir por conseguir algo o defender algo. Estos combates adoptan muchas formas, una de las cuales es la seducción.
* Para sentirnos acompañados y amados, para conseguir que los demás vean en nosotros una compañía placentera.
* Para convencer a los demás de nuestras creencias, pues toda creencia tiende a expandirse y a veces a imponerse.
* Para comunicar o enseñar un conocimiento.
* Llevados de la única intención de compartir conocimientos y afectos con personas afines a nosotros.
Cuando callamos lo hacemos llevados por una o por varias de las siguientes razones:
* Porque no sabemos que decir, o porque nos sentimos inferiores o ignorantes.
* Para evitar críticas, ataques, desprecios, conflictos...
* Para no provocar incomodidades a los demás, para no atacarles, para no mostrarles nuestro desprecio o cualquiera de nuestros sentimientos.
* Para escuchar y para comprender.
Primero hablar, después callar, después comprender, así empezamos a adquirir sabiduría, la cual nos irá diciendo cuando cuando hablar, qué decir y cuando callar, pues lo importante no es hablar o callar, lo importante es comprender.
Los demás nos exigen sinceridad y nosotros a ellos, pero todos nos ofendemos cuando escuchamos cosas que no queremos oír. Por eso dice un refrán: "Quien dice las verdades pierde las amistades". La sinceridad, como cualquier otro valor moral creado por la sociedad, confunde más que aclara y crea más conflictos que los que resuelve. Así, la única sinceridad posible y aconsejable es la propia verdad interior, y esa verdad no necesitamos comunicarla con palabras y la entendemos mejor sin conceptos, esa sinceridad la ve en nosotros aquel que también se guía por la suya propia, y por lo tanto el silencio dice cosas más sabias y más sinceras que las palabras.
La mariposa abre las alas y las cierra armonizando con el aire y con el espacio disponible, y así vuela libremente y se posa serena. ¡Qué gran maestra!
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