martes, 7 de agosto de 2018

DESEO, AMOR Y LIBERTAD (AMPLIADO)



   En los niveles mayoritarios de conciencia, lo primero es conseguir lo que se desea, lo segundo son las relaciones amorosas y lo tercero es la libertad. Como en todo hay excepciones, pero excepto en las relaciones entre parientes cercanos (donde las necesidades de supervivencia crean fuertes lazos amorosos, y las normas morales tienen una enorme fuerza), estas son las prioridades de la gran mayoría de las personas, tanto en las relaciones de pareja, como de amistar, así como en los sentimientos amorosos por los demás. 

   Lo primero que el individuo necesita es cubrir sus necesidades de supervivencia, y como el Ser Humano es un ser social, cuando el individuo es un niño, cuando es un anciano desvalido, o cuando está enfermo o herido, o cuando no puede por sí sólo, esas necesidades se las proporcionan los demás. La evolución nos ha dotado de unos sentimientos amorosos para ayudar a los demás, pues no nos basta con que nuestra razón entienda la necesidad de ayudarnos mutuamente, hemos de sentirlo mediante unas emociones intensas y placenteras. 

   Sin embargo, cuando el individuo tiene deseos que no están directamente relacionados con sus necesidades de supervivencia, el individuo también recurre a sus semejantes para conseguirlos, y al recurrir a ellos también actúan los mecanismos amorosos (aunque no ellos solos) con los que nos ha dotado la evolución. Así, quien recibe ayuda, placeres, alegrías, aquello que desea o ayuda para conseguirlo, siente amor por quien le proporciona estas cosas.

   Cuando quien recibe deja de recibir, o cuando quien recibe considera que lo recibido es poco, o que es menos de lo que da, reduce su amor o dejar de amar a aquellos a quienes antes amaba. Casi todo el mundo siente grandes satisfacciones amando a personas concretas, pero si a cambio no recibe amor, dejará de amar. 

   En las relaciones amorosas de pareja, está el misterio de por qué se busca el amor de una persona en vez de el amor de otra, es decir, está el misterio de que es lo que atrae de una persona y no atrae de otra, pero por lo demás los mecanismos son los mismos. En las relaciones amistosas también esta  el misterio de por qué sentimos más simpatía por una persona que por otra. 

   Cuando alguien no se siente amado o no ama,  siente dolor. Sufre por la pérdida de todo lo placentero y satisfactorio que puede sentirse amado y amar, sufre por miedo a la soledad y al desprecio. Y sufre todo aquel que se deja llevar por pensamientos moralista y cree que en este mundo existe poco amor y que existe mucha ingratitud y mucho egoísmo. 

   Cómo las relaciones amorosas se basan en el deseo de recibir o en las satisfacciones de dar, reducen o impiden la libertad. Cuando lo recibido o las satisfacciones obtenidas son altos, nadie echa de menos su libertad, ahora bien, cuando empiezan a reducirse las satisfacciones amorosas, entonces se busca la libertad, pero no nos engañemos, es el deseo el que sigue dominando, y la libertad que se busca es aquella que posibilita la forma de conseguir otros deseos, con lo cual la libertad se pierde debido a que la persona se esclaviza a la necesidad de conseguir esos deseos.

   Tenemos el deseo de conseguir lo que necesitamos para sobrevivir, y tenemos el deseo de conseguir cualquier cosa que nos produzca placer y satisfacción pero que no necesitamos directamente para sobrevivir. Estos últimos deseos se deben a que en nuestro nivel de conciencia dominante, nuestro miedo a la muerte asocia inconscientemente a ésta con el dolor, y cuando el placer y la satisfacción alcanzan cierta intensidad, vencemos al dolor y así vencemos al miedo a la muerte. Pero nuestra sociedad no saca estas conclusiones, nuestra sociedad considera que unos deseos son buenos  o moralmente legítimos, y otros son malos y moralmente ilegítimos, y considera que el amor es bueno, la mayor virtud moral, y por lo tanto no entiende su origen y pretende regular sus manifestaciones. Hoy día son la moralidad y el romanticismo quienes las regulan. 

   Para conseguir los deseos de supervivencia, el individuo debe sacrificar una parte de su libertad, esto es natural en cualquier situación social, aunque también puede cubrirlos cobrando una pensión, o bien que sean los demás quienes se los cubran el cualquier tipo de relación que mantenga con ellos. Ahora bien, ante los deseos que no necesita para sus necesidades de supervivencia, el individuo está dispuesto a sacrificar gran parte de su libertad, a veces toda ella, pues esos deseos son para la gran mayoría más importantes que su libertad. 

  Que la libertad es menos importante que los deseos se ve claramente en las relaciones laborales y sociales. Apenas si se lucha contra la explotación y los abusos laborales, apenas si se lucha por una sociedad justa. Las principales luchas que se producen en los ámbitos laborales y sociales son las rivalidades entre individuos por conseguir más dinero, y las luchas de las diversas asociaciones de individuos, bien contra el Estado o bien entre ellas, para conseguir más dinero. Es el dinero lo que lleva a la lucha, aunque a veces se disfrace de luchas por ciertos derechos. 

   Que la libertad es menos importante que el amor se ve claramente en el hecho de que casi nadie siente admiración o amor por quienes han optado por vivir con la máxima libertad que les resulta posible, la admiración y el amor es para los que consiguen sus deseos, para los que producen placeres, para quienes conceden a los demás sus deseos o les ayudan a conseguirlos. Que la libertad es menos importante que el amor se ve en toda la libertad que el individuo pierde en todo lo que tiene que hacer para que los demás le admiren o le amen. Y esto debería llevarnos a cuestionarnos profundamente nuestra visión del amor, ya que por un lado todo el mundo dice valorarlo extraordinariamente, pero en la práctica está sometido a los deseos y en guerra contra la libertad. Por eso, cuando hablamos de amor, ¿de qué estamos hablando?

  Quien lo que más valora es su libertad, lo hace porque libertad es lo que mayores satisfacciones le produce, una libertad que usa para cultivar su mundo interior, para apreciar lo que le ofrece la Naturaleza y la vida. Y viviendo libremente vive también sencillamente, y así no daña a nadie, no crea conflictos con nadie. Y usa su libertad y su energía para la comprensión profunda, una comprensión que sólo usa para liberarse y para permitir que las cosas fluyan siguiendo su curso natural, es decir, para armonizar con el Universo, con la Naturaleza, con su propio interior.

   Quien ama la libertad tiene que aprender a reducir sus deseos de todo lo que no le sirve para la supervivencia y buscar liberarse de ellos, tiene que aprender a ser autosuficiente materialmente y emocionalmente, a aceptar su soledad y a verla como su mejor posibilidad para sentirse pleno y armónico. Tendrá fuertes tensiones internas, recibirá poco amor, y fácilmente será despreciado o se sentirá en conflicto con el conjunto de la sociedad, y tendrá que aprender a ceder y a adaptarse a los valores dominantes si quiere escapar a la hostilidad de la mayoría. Sólo sus afines le comprenderán y al comprenderlo le darán su amor y él les dará el suyo. 

   El Amor verdadero es la energía que anima al Universo, es incondicional, es la energía divina y todos la llevamos dentro. El polo opuesto al Amor no es el odio. El odio es sólo una emoción que nace cuando no se consigue lo que se desea. Lo que dificulta, y a veces impide que el Amor se manifieste en el interior de las personas y en sus comportamientos, son los deseos, es decir, la libertad que los deseos nos roban. 

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