Donde hay deseos y surgen las estrategias y los comportamientos para conseguirlos, se establece una primera distinticióno entre el Bien y el Mal, siendo el Bien todo aquello que nos facilita conseguir lo deseado, y siendo el Mal aquello que nos pone impedimentos y obstáculos.
También surge la moralidad, para reducir los daños causados por los comportamientos para conseguir lo deseado, y también para impulsar comportamientos que produzcan beneficios. Aquí se establece una distinción entre el Bien y el Mal, siendo el Bien aquello que no causa daños, los evita, y produce beneficios. Siendo el Mal aquello que causa daño y aquello que impiden que surjan los beneficios.
En cuanto a los daños y a los beneficios, lo que es daño para unos, es beneficio para otros, y viceversa.
Por otra parte, aquellos aspectos a los que se considera como el Bien y el Mal, son en realidad complementarios.
Pero donde dominan los deseos, no puede haber imparcialidad ante lo que se ha establecido previamente como el Bien y como el Mal. Tenemos unas necesidades de supervivencia, pues bien, procuremos y protejamos aquello que nos permite sobrevivir, y olvidémonos de creencias y de moralidades complejas respecto al Bien y al Mal, pues estos dos aspectos vistos como enemigos irreconciliables son sólo creencias sin ninguna realidad tangible que los respalde.
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